DECLARACION DE PROPÓSITOS
Definitivamente,
la palabra redime. Los seres humanos tenemos en ella al más importante elemento para sobrevivir, además del
alimento del cuerpo. Ella nutre el espíritu, nos convoca, nos reúne, nos identifica y nos permite darnos a conocer.
Con ella llamamos al sueño, calmamos llantos, sanamos heridas, damos batallas, abrimos mentes, marcamos caminos, dibujamos
sonrisas, salimos de nosotros mismos para elevarnos en cantos, para comunicarnos con la naturaleza y con Dios. La palabra
es origen y fin. Basta recorrer la historia de la humanidad para entenderlo.
Ahora bien, cuando la palabra se viste de armonía, de belleza, de música,
es porque se coló en un verso y se hizo poesía. Hacerla, no es sólo jugar con las palabras. No. La poesía
es más elevada, más trascendente, como toda obra de arte. Trasciende los espacios y los tiempos, nos conecta
con los otros más allá del territorio y de los momentos históricos. Es belleza perenne y universal. Como
poetas, hemos hecho nuestra la palabra y la inmortalizamos para siempre en nuestros escritos. Para eso se necesita ser mago.
Saber preparar la pócima exacta para cada poema de modo tal que pueda alcanzar el corazón de quien lo lee e
instalarse allí, hasta movilizarlo en sus fibras más íntimas. Podemos construir mundos únicos,
personajes increíbles, crear realidades, denunciar, emocionar, entretener, batallar con la palabra. Sin fórmulas
exactas para escribir, sin esquemas ni guiones, para llegar con ella al alma. Los poetas tenemos el don de aunar sentidos,
de resignificar el lenguaje, haciéndolo universal. Podemos construir nuevos mundos y a la vez, socializar el nuestro,
más íntimo, nuestras creencias y emociones. En esta época en la que la condición humana atraviesa
una crisis tan profunda, ser poeta es tener la posibilidad de construir con la literatura bases sólidas, puentes, mundos
nuevos, otros universos en donde encontrar alivio. Los miembros de Naciones Unidas de las Letras tenemos la oportunidad de
escribir para una humanidad que ha hecho del cambio, de la evasión y de la fugacidad algo cotidiano y nosotros, podemos
crear, trascender esos muros de la realidad cotidiana, recuperar nuestro pasado, poner luz en el camino a través de
nuestros mensajes. Cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de acercar generaciones, reconstruir luego de un desarraigo,
aunar intereses, proponer un mundo mejor y despertar la curiosidad en el más indiferente de los seres.
Los invito a rescatar la palabra, transformarla
y llevarla por espacios imaginados, por los siglos de los siglos. Trabajemos con ella para aunar nuestras voces a la de los
lectores, a fin consumar el "encuentro de dos almas", como decía Charles Du Bos cuando hablaba de la literatura
como ese lugar de encuentro del creador y del lector, al margen del tiempo y del lugar de pertenencia de cada uno, unidos
por los pensamientos y un lector vibrando por cada frase que lee como si fuera suya, tal como alguna vez la pensó o
sintió, reconociéndose en ella.
Hoy, la poesía es una nueva manera de hacer historia. En ella y con ella podemos vislumbrar
acciones de cambio y deseos de contribuir a la transformación de los corazones y las mentes de los lectores para la
evolución de la humanidad. Pensemos que es urgente e imprescindible el rescate del ser humano y nosotros tenemos una
forma de hacerlo. Tenemos la posibilidad de una audiencia universal a través de la presencia cotidiana en nuestros
propios espacios y de las redes informáticas que, gracias al mundo globalizado, crecen sin fronteras. Seamos
conscientes de que tenemos la capacidad para hacer acercarnos y mostrarle a la humanidad un futuro mejor. Podemos ser la fuerza
que motive e inspire a las nuevas generaciones.
No tengamos miedo a pronunciar la frase "literatura como arma de combate", pues las armas
también se usan para "defenderse". Creo que es tiempo de que los escritores nos convirtamos en líderes
de la palabra, para que defendamos, a través de ella, al hombre y su mundo, cada uno desde su cultura, su ideología,
su bagaje lingüístico, desde la diversidad, a fin de lograr la tan anhelada paz de la humanidad. Eso sí:
insisto, no como simple idea, ni como virtualidad pura, sino desde y hacia la acción concreta. No considero que con
sólo versos se produzcan las transformaciones, sino con proyectos concretos de estimulación, de manos a la obra,
de pasos pequeños pero firmes que acerquen al hombre hacia el otro hombre y comprenderlo, compartiendo ideas y espacios,
aceptándolo en sus diferencias para incorporarlo como hermano fraterno. Tenemos la oportunidad histórica de
hacerlo. Comencemos hoy Marta Golubenko Ferreyra.2012