Estigmas invisibles del tiempo
Todo
está tan claro como huellas indelebles en el alma. Surcos profundos, que trazaron una red, apasionada y alegre, sentimental y burlona. Lo
lindo, lo feo y lo no tanto. Y en este vuelo rasante hacia los orígenes, un reencuentro con todas las encrucijadas de la vida, y las sendas tomadas… errores y aciertos que armaron este equipaje que hoy cargo. Y siendo observadora en vez de protagonista, encuentro
las respuestas a aquellas preguntas deshechadas por no hallarlas. Y me reconozco, comprendo y acepto en esos estigmas mi esencia. Y aflora mi ser
puro, real, liviano, ya cicatrizado, mutado en ser de luz. …Y en este vuelo reparador, por un diáfano cielo, sintiendo como calienta el sol, viendo como florecen y explotan en colores, los malvones en un balcón, rosas y
jazmines en el jardín, las glicinas en los patios viejos. Me doy cuenta donde estaba la paz cuando como mágica
alquimia pude transformar el dolor en belleza, pude reconocer los diferentes perfumes del día con los ojos cerrados, el café caliente, el pan recién horneado de las mañanas… el pasto recién cortado, la tierra mojada… el aroma a
fresias, que trae a mi nariz la brisa de la noche, el olor a ternura de mi padre, el perfume “a casa” de mi
madre y entonces puedo ser feliz.
Creo haber logrado
poner calma y una sonrisa cuando el mundo alrededor está cayendo.
Mi vida Mi vida ha sido un puente largo,
muy largo de cielo no siempre soleado, ni de andar fácil. A veces perdía de vista las orillas del río ese río que
hoy corre manso, bajo las maderas gastadas. He tratado que lo aprendido no muera en mi, sino de continuarlo en otros seres pedacitos míos, que
son mi sol, mi felicidad. A la distancia pienso que tan mal no lo he hecho porque tuve refulgentes estrellas que siempre me alumbraron, más
que estrellas... cometas, que me guiaron, que iluminaron mi camino, aún cuando el cielo obscuro y cubierto me hacía estremecer de miedo. En este continuo viajar, he aprendido a mantener la calma, por muy fuertes que fueran los vientos. Y como el agua de ese río que corre cristalino, puro
bajo el puente, con ritmo tranquilo, creo haber logrado poner calma y una sonrisa cuando el mundo alrededor está cayendo. Navegando contra corriente en ese turbulento torbellino, surjo incólume de ese caos. Hoy soy parte de este paisaje
tranquilo, el agua que corre transparente y cantarina, el
puente de maderas rechinantes, sólidas todavía. Piedras gastadas, Que de tanto soportar el roce, relucen. Y la pradera, y las flores, y el
cielo límpido, todo armoniosamente en su lugar, como resultado final. Y yo, parte indivisible del
paisaje. Lucy Coggiola
Dedos
que se elevan, como
palomas en una callada plegaria. Aquellos
dedos sensibles Aquellos dedos sensibles, acariciantes,
suaves; a la vez con fuerza inusitada
para la creación, dedos que dan calor, generan vida, pueden
ser pétalo y también espina, encierran amor, pasión… pueden
herir sin compasión. De repente están
recorriendo curvas, con la suavidad de una pluma… y
al instante se vuelven garras para impedir la huída. Dedos
frágiles y a la vez ágiles, que vuelan sobre un teclado, y
arrancan melodías nuevas. Otros… otros dedos fuertes y toscos, y
que sin embargo, son capaces de crear dar
vida a lo inanimado. Algunos dedos…
dedos negros, no por etnia sino por elección, pero
de esos … no hablar, solo siembran
muerte y desolación. Y otros torcidos por
los años, que hablan de lucha con ollas, con
agujas, con pañales, con plantas con carga … y
que así se volvieron, de tanto estar en el tiempo. Pero
todos, absolutamente todos, siempre siguiendo una melodía, suave
en algunos casos, estridentes y rimbombantes en otros, timbales
que ensordecen … formando parte de la orquesta que
interpreta, la eterna música de la vida. Dedos
que se elevan, como palomas en una callada plegaria. Otros
como palos, se hunden en la tierra para generar
otras vidas. Dedos de una sensibilidad sin fin, que
aquietan o enardecen. A veces toman la forma de cuna, para
contener pequeñas criaturas. Otras muchas, se vuelven
panderetas para festejar, y en la tristeza poner sonrisas, como
abrigo para el desvalido, se convierten en puente para
extender ayuda al necesitado, o en termómetros, como
por arte de magia para medir fiebre … Dedos
sensibles que de callos se llenan, y muchas
veces sangran de tanto pelear la vida. Dedos mágicos, que
transforman en abrigo algunos olvidados ovillos. Dedos
benditos, sinónimo de vida. Lucy Coggiola
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