El hechizo de las palabras
"La palabra es fuego, puede vivir hasta que quiera", reconoció la nobel chilena, Gabriela Mistral.
" Amo tanto las palabras, por lo inesperadas y glotonas, ...se esperan y escuchan"; predicó
el nobel colombiano, Gabriel García Márquez.
Las
palabras, correo con esperanzas o cerbatanas que envenenan; mediadoras en conflictos o brasas de guerra. Las palabras; espejos de contrariedades, luchas,
sombras e infortunios del poeta bogotano, José Asunción Silva.
A enamorados, las palabras camas nupciales son; a críticos y guerreros, severos retretes, son. Anteceden a las palabras, los pensamientos, preceden
a los hábitos y
se convierten en destino. Magia tienen las palabras; edifican el ser, trascienden el pensamiento, se convierten en memoria, sanan cuerpos y almas, laceran y destruyen espíritus, atizan
esperanzas. Sofocan
nostalgias, carbonizan la tristezas, extinguen soledades, aplacan el odio y extinguen la violencia. Las palabras son llamas, avivan el amor, abrazan ilusiones, atizan esperanzas, iluminan corazones, cosechan paz, armonía y perdón. Converse, dialogue, concilie,
medie; las palabras, hechizan el corazón, siembran la no violencia y la comprensión con los otros con los semejantes.
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Y brotó mi poesía
En
breñas veleñas brotó mi poesía; libre como la brisa, cálida como el sol, verde como el zarzal, dispar como el guayabal, dulce como el cañaduzal, rítmica como la guabina, telúrica como el requinto, melódica
como el tiple, erótica
como las veleñas. Y
brotó mi poesía; en la casita de adobe, en el camino real, en las riberas de Jarantivá, en los parajes de Gambitas, en tierras de Puente Nacional. Santandereana mía, te invito a los festivales del tiple, del requinto, del moño
y la guabina en los que afloró mi poesía en agrestes parajes Muiscas. Y emanó mi poesía en los mercadillos de panela, almojábanas
y bocadillos; en el
destilar del chirrinche, la labranza y la cosecha, ganadeando y beneficiando el rastrojal, el arcabuco y el matorral.
Y nació mi poesía en el folclor veleño de mi tierra perdurable
santandereana como
las riberas del Sarabita, las crestas de las serranías, los guaduales en las riberas, los arrayanes en las colinas, en corazones de laboriosas paisanas, en los sentimientos de recios veleños, persistentes laboriosos
colombianos. Y floreció mi poesía despertando sentidos, emociones mostrando la belleza en quienes cultivan la palabra, la imaginación
y la memoria en lectores
egregios y huroneos y en corazones ávidos y románticos.
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