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Poemas de la Vida, la Vejez y la Muerte

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"Cuando el alma se asoma al rostro"

Por ANTONIO MORA VÉLEZ.

El profesor universitario y escritor monteriano Rubén Darío Otálvaro ha publicado, gracias a la Universidad y a la Secretaría de Cultura de Córdoba, un hermoso libro de poemas titulado "Cuando el alma se asoma al rostro", dedicado a esa etapa de la vida en la que se ve más cerca el final del camino. En sus páginas ha utilizado también el lenguaje de la fotografía para mostrar el rostro de los años, a los cuales le rinde testimonio con sus versos. El libro, decorosamente editado, tiene un epígrafe que define su intención: "Hazme saber, Señor, el límite de mis días y el tiempo que me queda por vivir, hazme saber lo efímero que soy" (Salmo 39.5).

La poesía es una forma de reflexión sobre la vida y el universo. El poeta es ese ser iluminado que ve todo el misterio que hay detrás de la apariencia y que capta con el lenguaje estético el mensaje oculto de las cosas. El poeta es un descubridor de realidades íntimas, es el investigador por excelencia de las aventuras y veleidades del sentimiento. Nadie como él para llegar al fondo. Allí donde los demás ven rostros, el poeta ve todas las turbulencias del alma; donde los demás ven cuerpos celestes, el poeta ve la gran aventura del Cosmos; donde los demás ven imágenes, el poeta ve la odisea de la Luz; donde los demás ven sucesos, el poeta mira al tiempo y lo increpa; donde los demás ven el inexorable imperio de la necesidad, el poeta ve y rechaza la injusticia de la muerte.

Y es esto lo que hace el poeta Otálvaro con sus versos. El poeta se pregunta por el sentido de la vida (¿acaso un simple viaje hacia la nada?) por la verdad del Hombre (¿Acaso un relámpago que riela hacia la muerte?) y protesta y se rebela frente a Dios y le increpa: "Señor/ Si soy/ A tu imagen y semejanza/ ¿Por qué tú/ glorioso y eterno?/ ¿Y yo/ corruptible y efímero". Al poeta le duelen las tristezas detenidas de sus ancianos, captadas por su lente de fotógrafo con la misma definición de las arrugas. Aquí la poesía y la fotografía, dicen lo mismo: "La vida/ en ellos/ es sólo/ la débil luz/ del recuerdo". Al hombre vencido por la vejez, dice el poeta, solo le queda preguntar: ¿Por qué, Dios mío, por qué?.

Tal cuestionamiento sobre ese destino del Hombre lleva al poeta a un nivel de reflexión más profundo, que linda con la filosofía, como toda buena poesía. En el poema de la página 29 (debo decir aquí que los poemas del libro no tienen títulos y que son todos partes de un mismo y gran poema, aunque cada uno de ellos con vida propia) el poeta Otálvaro le pregunta a Dios por sus planes futuros. Le dice: "Hablemos, señor, de la vida/ A la sombra, la luz/ Al silencio, el sonido/ Al hombre...Señor/ ¿Qué sigue al Hombre?". Y aunque no espera la respuesta, el poeta intuye con la metáfora del espejo que la vida tendrá una segunda oportunidad en otra parte o en esta misma tierra, que siempre será por mucho que la muerte se empecine en convertirla en "camino de una sola vía".

El poemario es no solo reflexión sobre la vida y la muerte, y su estación de tránsito que es la vejez, es un testimonio de compromiso serio con la poesía. Otálvaro es certero con la metáfora. Las construye juntando palabras que se ven y se saludan por primera vez. Una de ellas describe la "agria suerte/ de este anciano que teme/ el fatal aleteo de los calendarios". Otra, define los "Rostros roídos/ por los fríos colmillos/ del tiempo". Otra, compara a su viejita Ana con "Un cirio gris/ con la nostalgia del fuego/ herido con el recuerdo del sol". El título del libro es también un acierto. Quienes entramos en la tercera edad sabemos bien porqué. En estas horas de repaso del camino recorrido, hecho el balance de la siembra y definida la estrategia para el trecho final, es cuando, en verdad, el alma se asoma al rostro...

En Córdoba, debo reconocer, no abundan los buenos poetas, y cuando surge uno como Rubén Darío Otálvaro, hay que saludar su obra, que es hermosa, y recomendar su lectura.

Nota. Ave Viajera presenta en su próxima edición la obra completa descrita de la cual hoy extractamos, en homenaje a nuestra propia madre ausente el poema !Ay, madre! Viejita mía:

Ay, madre! Viejita mía/Se que se acerca el día del ultimo adiós y desde ya mi corazón es un pájaro paralizado bajo la tempestad del dolor.

Es un niño abandonado, llorando, a orillas de un mar marchito/Es un viejo envejecido, vencido por la vida vejado de olvido en un atardecer

Es un árbol triste, ansioso de tocar el dulce azul del cielo, el rostro de Dios/Es un cirio gris, con la nostalgia del fuego, herido con el recuerdo del sol

Es un Cristo crucificado, acuchillado de amor, con un beso en los ojos bendecidos/Es un perro a la luna aullando de soledad en mitad de la noche

¡ay, madre! Viejita mía/Se que se acerca el día del ultimo adiós y desde ya como una débil barca perdida en la lejanía se va tras de ti mi alma desgarrada, trémula, triste.

Rostros roídos por los fríos colmillos del tiempo/Ajados marchitos tristes...La vida en ellos es solo La débil luz del recuerdo/La belleza de ayer hoy la imagen desleída en el espejo/Espejo pálida luna en que la muerte ha plasmado su retrato.

Monteria, Córdoba, Colombia

Rubén Dario Sepúlveda Otálvaro,  escritor, poeta aficionado a la fotografía artística.Autor de los libros: En el País de los Zenues, Un Conejito Blanco sobre la Luna, A la Orilla del Río y otros cuentos. Profesor de Literatura en la Universidad de Córdoba,agota su porción de tiempo enseñando, leyendo y escribiendo literatura. Cree en el amor y en  poder espiritual y artístico de la palabra, especialmente en la poesía como expresión artística en su más alla y mayor pureza.

Próxima edición: Obras completas

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