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L'alba di un nuovo giorno

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Romance de los niños de la generación de los flores
sentados alrededorde una hoguera apagada
¿en una noche de velas en un cementerio blanco
por los rayos de una luna en cuarto menguante
Composición inspirada en una celebración "hippie"
llevada a cabo en San Juan Puerto Rico,
y el retrato de una quinceañera hallada
por sus padres a través
una fotografía de los participantes tomada
por la prensa local
Juan Puerto Rico 1968
Un año antes de Woodstock New York.


Esas flores tuvieron pétalos un día
cuando estaban prendidas
de su tronco aromado de travesuras
al final de una raíz hundida
en la tierra de una ciudad conocida.

El olfato me duele, paso de humo sin misiva
porque no tiene recompensas del viento
y los ojos se achican en sus yertos balcones
buscando apariencia de madrugadas
en la tierra de una desconocida.

Era una isla de niños melancólicos de cera
que buscaban en silencio un ruido largo
mientras las patrullas cerraban el parque
funeral para el rosario de quejas
de las cabezas ceñidas de flores yertas,

Todas las cosas parecían desiertas
sobre la orfandad de las cruces quietas
y en la paciente soledad de la neblina
una guitarra carcomía con eco destemplado
el tedio pofundo de letárgicos cerebros.

Un niño grande se sentó en el circulo
de palideces viciosas y profundas
carcomido de mugre y de manías
y entregose por los cuatro costados
al madero de todos los placeres urbanos.

La antorcha humeaba en la penumbra
on un dolor de luz agonizante
y los niños temblaban de alucinaciones
velando sus propias almas desprendidas
en mitad de la primera gestación.
 

 

Había un circulo externo de curiosidades
alargadas de risa por las melenas sucias
de los niños fríos, que se desteñía
bajo la luna con pena y con fastidio
por las cosas normales de la vida.
 

 

 

No era funeral la hora ni era ronda de duendes
pero los niños enterraban un vivo
que hablaba en lengua muerta un tema
de madrugadas azules después de la guerra
y el pavor amarillo de la China.
 

 

 

Se levantó una efigie de ninfa desnuda
y se la llamó imperial por aquel jurado tierno
de azucenas recién cogidas por una hoz
mientras que una lápida crujía al golpe
de un martillo sostenido por dos cabezas-

 

 

Detrás de todo, ascendía un humo lento
y las miradas se iban en espirales traviesos
en pos de las grietas del serio camposanto
donde poner a germinar de nuevo la osamenta
cogidas de la mano las rosas y los cardos.
 

 

 

Cuando llegó la hora de la última neblina
Algún niño impaciente declaró cantando:
¡Las guerra terminó, el águila y la estrella!
¡Dios no existe , somos libres m amamos a los negros,
y esta noche bautizamos mil niños amarillo!

 

 

Los niños de la generación de las flores
callaron entumecidos en sus recovecos agudos,
mientras las patrullas sonaban las sirenas
persiguiendo un perro que ladraba inoportuno
por las esquinas de lamentos de la Fortaleza.

 

 

De pronto, un susurro y el jardín creció
y se hinchó de semillas mientras el viento
de los deseos regaba un polen sin documentos
en el cáliz abierto de las niñas dormidas
buscadas por las oficinas de personas perdidas.

El circulo de afuera estaba muerto der tedio
por la vulgar rutina de la vida diaria
y bostezaban otros pálidos de frio
acuchillando las sombras para ver de cerca
el himeneo de las rosas y los cardos.

 

Joseph Berolo