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Liana Friedrich, Presidente de Escritores Rafaelinos Agrupados (Era) - Provincia De Santa Fe (Argentina) N Embajador​a de Buena Voluntad de Naciones Unidas de las Letras, Gestora de Semillas de Juventud Siglo XXI-    

Liana Friedrich, Presidente de Escritores Rafaelinos Agrupados (Era) - Provincia De Santa Fe (Argentina) Nominación hecha por Adrián N. Escudero (Santa Fe, Argentina) - Presidente Colegiado de Naciones Unidas de las Letras- - Semillas de Juventud Siglo XXI-*

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SOBRE LA LITERATURA COMO DIVERSIÓN
 
Mucho se ha hablado de las funciones de la literatura: como hedonismo o búsqueda de la belleza, como catarsis, como evasión (recodemos a los poetas modernistas en su "torre de marfil"), como "sinfronismo" o reminiscencia algo nostálgica de algún estado o momento, pero también existe una función lúdica.
Por ejemplo, Jorge Luis Borges se divertía haciendo aparecer, en las primeras frases de muchos de sus cuentos, el título de un libro inexistente y todas las críticas a sus diferentes ediciones; cuántos lectores habremos sido atrapados por sus ironías y picardías, acudiendo a la biblioteca o a la enciclopedia para buscarlo.
Bioy Casares y Borges se organizaron incluso para trabajar a cuatro manos, bajo el pseudónimo "Bustos Domeq". Bioy manifestaba: Escribíamos habitualmente por las noches. Conversábamos libremente sobre la idea que teníamos acerca de un tema hasta que se iba formando, casi sin proponérnoslo, un proyecto común. Luego me sentaba a escribir, antes a máquina, últimamente a mano, porque escribir a máquina ahora me da dolor de cintura. Si a uno se le ocurría la primera frase, la proponía y así con la segunda y la tercera, los dos hablando. Ocasionalmente Borges me decía: "No, no vayas por ahí", o yo le decía: "Ya basta, son demasiadas bromas". Cuánto de habrán divertido pergeñando sus cuentos (y hasta una "nouvelle"), donde jugaban con los lectores, haciéndoles guiños con la intriga y el suspenso...
Entonces, si existen los "escritores-fantasma", uno comienza a temblar, si se halla frente a "Las ruinas circulares", porque duda sobre si su vida es suya o forma parte del sueño de alguien, y la nebulosa se va extendiendo en nuestro interior, sintiendo que el mundo comienza a adoptar una figura concéntrica, mientas una "Niebla" como la del gran Unamuno nos cubre irremediablemente.

 

Aunque también encontramos a los que se ponen de acuerdo para narrar la historia desde la perspectiva de dos personajes distintos y se van turnando por capítulos. Los que acuerdan que uno escriba las bases de la novela: el esquema de la trama, los diálogos, los puntos de acción... y el otro, el libro en sí. Pero además están los autores que se distribuyen el trabajo escribiendo uno la sinopsis para un capítulo y el otro, el capítulo en sí, hasta acabar la obra.
Todas estas tácticas de escritura a varias manos no representan más que parte del juego literario que ha sido siempre la literatura de ficción, y al margen de los motivos de los autores, la intención es la de embaucar al lector abriéndole la puerta de la cocina de autor. Hay quienes aclaran, como lo hace nuestro amigo Jorge Bernabé Lobo Aragón, quien como manifiesta tener la "capacidad de bilocación", puede contactarse interprovincialmente con su amiga Marisa para escribir a dúo.

 

Es así como el oficio de escritor consiste en pasar horas y horas escribiendo y maquinando mundos de ficción. Y en esa soledad, el autor es el único que toma decisiones acerca de su obra. Sin embargo, cuando el trabajo es colaborativo, existe "ese otro", el compañero, con el que a menudo discrepan respecto de algún asunto de la narración y le corrige una frase, a nuestros ojos tal vez maravillosa.

También recordamos el caso del rafaelino, ampliamente galardonado por sus múltiples creaciones, Fortunato Esteban Nari, quien escribió un cuento cuyas palabras sólo llevan vocal "a".

Pero el novelista y guionista santafesino Carlos María Gómez se atrevió a más: continuar póstumamente la saga del antihéroe "Ripley", imitando magistralmente el estilo de su creadora, Patricia Highsmith... Aunque el juego se vio trunco cuando se topó con familiares de la escritora estadounidense, quienes quisieron imponerle "derechos de autor" ...

 

 


Prof. LIANA FRIEDRICH -

 

NAUFRAGIO DE LAS ILUSIONES    INTELIGENCIA ARTICIFICIAL 

 

No más lecturas compartidas entre sonrisas, ni juegos de mesa, ni paseos en bicicleta...
A medida que la tecnología fue invadiendo nuestras vidas, se acallaron las voces tan caras al oído, los proyectos se despedazaron frente a las pantallas, y nuestros ojos y oídos naufragaron marchitos.
Hoy asistimos al funeral de los sueños. Nos convertimos irremediablemente en monstruos cibernéticos, deshumanizados, robóticos, sin sentimientos genuinos... en un mundo devastado por la degradación, originada en guerras, pandemias, miseria, hambrunas, contaminación... en suma: todas las irracionales lógicas del desamor .
Ya es inminente la involución: volveremos a ser homínidos, pero en un planeta impiadosamente destruido.
¿Habrá lugar para la redención y la esperanza en la humanidad? Seguramente... Pero antes tendrán que transcurrir miríadas de siglos.
Y ¿cuál fue el motivo que me incitara a escribir este texto apocalíptico?...

 

La IA ¿avance o riesgo para la humanidad?

Si hay algo que no deja de sorprender hasta al propio Bill Gates, una de las máximas autoridades de la tecnología, es cómo la inteligencia artificial (IA) se está integrando a distintos ámbitos cotidianos. Sin embargo, también reconoce que existen chances de que pueda salirse de control.

 

Ante las manifestaciones de Gates, el dueño de Twitter, Elon Musk, expresó además que la IA podría ocasionar un apocalipsis a la manera que planteara la película "Terminator", y afirmó: "Creo que necesitamos regular la seguridad de la IA, francamente. Creo que, en realidad, es un riesgo mayor para la sociedad que los automóviles, los aviones o los medicamentos".
 
Explicó cómo afectaría el mundo laboral. "La mayoría de los futuristas que analizaron la llegada de la IA dijeron que los obreros y los empleos físicos repetitivos serán los primeros en verse afectados por ella. Y no cabe duda de que eso ya está ocurriendo" (ya hace un tiempo que las autopartes son ensambladas por robots y en los domicilios se utilizan para tareas de limpieza).
 
Este pronóstico se cumplió en la Argentina, más precisamente en Buenos Aires, porque el Hospital Central de San Isidro se convirtió en el primer centro de salud de Buenos Aires en instalar la Inteligencia Artificial como recurso de trabajo, en abril de este año. Fue en el área de Diagnóstico por Imágenes, lo cual permitirá una mayor rapidez y precisión en la detección de enfermedades y en la decisión de un tratamiento adecuado.
 
También sucede que el ChatGPT, puede generar artículos, redacciones, chistes e incluso poesía, lo cual podría afectar el mundo laboral o la forma de trabajar, e incluso cómo se llevaría a cabo la enseñanza en el futuro. Pero lo sorprendente es que las tareas que implican fluidez en la lectura y la escritura, como resumir un conjunto complejo de documentos o escribir algo de acuerdo con el estilo de un autor preexistente, se logra con la IA. ¿Qué pasaría con la originalidad creadora propia de cada escritor? ¿Y con los derechos de autor?
El problema, alertó Gates es entonces el tema del control: "¿Qué pasa si los humanos toman la dirección equivocada? Si los humanos pierden el control, ¿qué significa eso?" Por último manifestó que cuando se logra formular un poema, "tengo que admitir que yo no podría haberlo escrito". Preocupante, queridos colegas lectoescritores...
 
Pero no olvidemos que...
El holocausto anticipa
la llegada del Señor
que del maligno emancipa
y calma todo dolor.
 
LIANA FRIEDRICH

 


DE HOMERO A INTERNET EN UN SUEÑO DE SIGLOS

 

La Ilíada y La Odisea nacieron en un mundo distinto del nuestro, en un tiempo anterior a la expansión de la escritura, cuando el lenguaje era efímero, conformado por gestos, vocalización ... Una época de "palabras aladas" como las llamaba Homero, es decir, voces que se llevaba el viento y solo la memoria podía retener. Los poemas se recitaban en público, perpetuando una costumbre heredada de las tribus nómadas, cuando los ancianos recitaban junto al fuego los cuentos de sus ancestros y las hazañas de sus héroes. La poesía estaba socializada porque era de todos y no pertenecía a nadie en concreto. Cada poeta podía usar libremente los mitos y cantos de la tradición, desembarazándose de lo que considerase irrelevante, incorporando matices, personajes, aventuras inventadas y también versos que había escuchado a sus colegas. Entonces empleaban un lenguaje rítmico porque así era más fácil de recordar. Esa práctica hizo que la poesía viniese antes que la prosa, y la música, antes que la lectura silenciosa. Al recitar versos, la melodía de las palabras ayudaba a repetir el texto sin alterarlo.

Los bardos actuaban en las grandes fiestas y en los banquetes de los nobles. Imaginemos una escena de la vida cotidiana en el pequeño palacio de un señor feudal del siglo X a.C.: un banquete y, para alegrar la noche, un cantor ambulante, quien templa en silencio su cítara, y acompañado por el rasgueo de las cuerdas, el narrador inicia su historia. Poco a poco, envuelve a su auditorio en la magia de un relato tejido con aventuras y combates. Cada representación era única, porque aunque recitaran el mismo poema, narrando la misma leyenda, protagonizada por los mismos héroes, la versión variaba de manera espontánea. Pero no había ningún afán de autoría: los trovadores amaban la herencia del pasado y no habían descubierto el tema de los derechos de autor. Durante los largos siglos de oralidad, el romancero fue cambiando y expandiéndose sin que los textos alcanzasen nunca una versión cerrada o definitiva. Pero para dominar el oficio, era necesario poseer una memoria prodigiosa. Al no tener ese don, alguien pensó en trasladar los poemas a un soporte fijo para luego recordarlo mejor. Los primeros signos escritos habían aparecido en Mesopotamia hacía seis mil años, pero eran verdaderos laberintos. Había que conocer hasta un millar de caracteres y sus complicadas combinaciones, y eso solo estaban al alcance de una minoría de escribas que se dedicaban exclusivamente a ello.

La llegada del alfabeto vino a derribar esos muros y abrió las puertas para que muchas personas pudieran acceder al pensamiento escrito. De los jeroglíficos egipcios, se llega a la simplicidad de los fenicios, donde cada sonido se representó con un signo: en 1250 a.C., se crearon 22 símbolos, primero para sus anotaciones contables, y más tarde, para transcribir mitos y leyendas.

Eso supuso el acceso a la información para una buena parte de la población y un primer avance para frenar la desigualdad de clases en una sociedad en la que los miembros de la jerarquía real y religiosa detentaban un poder omnímodo.

Los griegos adoptaron el alfabeto fenicio hacia el siglo VIII a.C. Sorprendidos por la audacia del hallazgo, recibieron de los marinos que visitaban sus costas, la mágica herramienta que permitía construir infinitas palabras con tan solo veintidós símbolos. Sin embargo, se dieron cuenta de que el artilugio tenía una limitación: solo se escribían las consonantes de cada sílaba, dejando al lector la tarea de adivinar la vocal que conformaba el sonido. Así es como se incorporaron las cinco vocales que el habla requería, hasta hacer un total de 24 fonemas. El éxito fue inmediato: el nuevo formato se extendió primero al latín y luego por todo Europa, siendo la base de los idiomas que hoy se hablan en Occidente.

Algunos vates aprendieron el nuevo alfabeto y empezaron a redactar los poemas orales en hojas de papiro. Eso significaba inmovilizar los textos y fijar los contenidos. Había que elegir una sola versión, para salvarla de la destrucción y el olvido; cada autor tenía, por tanto, que seleccionar la que consideraba más bella: así nació el espíritu crítico y la literatura escrita.

La receta empezó a alterar silenciosamente el mundo; fue una revolución apacible que acabaría desvirtuando la memoria, el lenguaje, el acto creador, la manera de organizar el pensamiento, la relación con la autoridad, con el saber y con el pasado. Los cambios fueron lentos, pero extraordinarios, a pesar del rechazo de una parte de la población, siempre reacia a la novedad, creyendo que todo lo nuevo provoca más decadencia que progreso. Después del alfabeto nada volvió a ser igual, puesto que el acto de escribir alargaba la vida de la memoria e impedía que el pasado se disolviera para siempre.

Gracias a ese acto audaz, han llegado hasta nosotros dos obras memorables que han conformado nuestra visión del mundo. Los 15.000 versos de la Ilíada y los 12.000 de la Odisea se sitúan en un territorio fronterizo entre la oralidad y el nuevo mundo. Un bardo -educado seguramente en la fluidez de las recitaciones, pero en contacto con la escritura- enhebró varios cantos tradicionales en el hilo de una trama coherente. ¿Realmente se llamaba Homero el autor temerario para la época? Con la escasa información disponible, es imposible aclarar el misterio. El fantasma desaparece en tierras de penumbra... ¡Y eso lo torna más fascinante!

Los nuevos textos pudieron empezar a multiplicarse en infinita variedad porque ya no estaban sujetos a la economía de la memoria. El almacén del conocimiento dejó de ser exclusivamente acústico, se convirtió en un archivo material y por tanto se podía ampliar sin límites.

Al abandonar la oralidad, el lenguaje experimentó reajustes arquitectónicos: la sintaxis desplegó nuevas estructuras lógicas y el vocabulario se volvió más abstracto. La literatura encontró nuevos caminos fuera de la disciplina del verso. La prosa se convirtió en el vehículo de un sorprendente universo de hechos y teorías que ensancharon el espacio del pensamiento y permitieron la llegada de la historia, la filosofía y la ciencia.

Y en la actualidad, Internet está cambiando el uso de la memoria y el proceso de aprender. El conocimiento disponible hoy es mayor que nunca, pero casi todo se almacena fuera de nuestra mente. Bajo el aluvión de datos, nuestra mente perezosa se ha convertido en una simple agenda de direcciones... La información que recibimos procede de unos cuantos líderes de opinión que infestan las redes sociales y apuntan el juicio que debemos adoptar. En el fondo, ¿no seremos más ignorantes que aquellos memoriosos bardos de las épocas de oralidad?


Hacia una literatura sin adjetivos


He tomado como referente para mis reflexiones de hoy una conferencia pronunciada por María Teresa Andruetto. Como puede ya anunciarlo el título del texto que Juan José Saer tituló Una literatura sin atributos, algunos de sus puntos me hicieron pensar en la relación siempre inquietante entre la literatura para niños y la literatura a secas.

 

 


El arte no tiene sentido si no considera
que se dirige a una sociedad de la que
su discurso se alimenta.
Griselda Gambaro

 

 


1. ¿Para qué sirve la ficción?


¿Para qué sirve la ficción? ¿Tiene alguna utilidad, alguna funcionalidad en la formación de una persona, en nuestro caso de un niño, es decir justamente de una persona en formación? Vamos los hombres y mujeres al diccionario para saber acerca de las palabras y a los libros de ciencia para saber de ciencia y a los diarios y periódicos para leer las noticias de último momento y a las carteleras de cine para saber qué películas pasan. Pero, ¿a qué sitio vamos para saber acerca de nosotros mismos? Los lectores vamos a la ficción para intentar comprendernos, para conocer algo más acerca de nuestras contradicciones, miserias y grandezas, es decir acerca de lo más profundamente humano. Es por esa razón, creo yo, que el relato de ficción sigue existiendo como producto de la cultura, porque viene a decirnos acerca de nosotros de un modo que aún no pueden decir las ciencias ni las estadísticas. Un relato es un viaje que nos remite al territorio de otro o de otros, una manera entonces de expandir los límites de nuestra experiencia, accediendo a un fragmento de mundo que no es el nuestro. Refleja una necesidad muy humana: la de no contentarnos con vivir una sola vida y por eso el deseo de suspender cada tanto el monocorde transcurso de la propia existencia para acceder a otras vidas y mundos posibles, lo que produce por una parte cierto descanso ante la fatiga de vivir y por la otra el acceso a sutiles aspectos de lo humano que tal vez hasta entonces nos habían sido ajenos. Así, las ficciones que leemos son construcción de mundos, instalación de "otro tiempo" y de "otro espacio" en "este tiempo y este espacio" en que vivimos. Un relato de ficción es por lo tanto un artificio, algo por su misma esencia liberado de su condición utilitaria, un texto en el que las palabras hacen otra cosa, han dejado de ser funcionales, como han dejado de serlo los gestos en el teatro, las imágenes en el cine, los sonidos en la música, para buscar a través de esa construcción algo que no existía, un objeto autónomo que se agrega a lo real. La ficción, cuya virtualidad es la vida, es un artificio cuya lectura o escucha interrumpe nuestras vidas y nos obliga a percibir otras vidas que ya han sido, que son pasado, puesto que se narran. Palabra que llega por lo que dice, pero también por lo que no dice, por lo que nos dice y por lo que dice de nosotros, todo lo cual facilita el camino hacia el asombro, la conmoción, el descubrimiento de lo humano particular, mundos imaginarios que dejan surgir lo que cada uno trae como texto interior y permiten compartir los textos/mundos personales con los texto/mundos de los otros. Posibilidad de hacer un impasse, de sortear por un momento la pesada flecha de lo real que indefectiblemente nos atraviesa, para imaginar otros derroteros humanos.

2. Una mirada sobre el mundo
La obra de un escritor no puede definirse por sus intenciones sino por sus resultados. Si algo tienen en común los buenos escritores de todos los tiempos es justamente que tienen poco en común unos con otros, incluso a veces se diferencian fuertemente o se oponen francamente unos a otros. Aparece entonces una primera certeza: un buen escritor es un escritor diferente a otros escritores. Alguien que por la esencia misma de lo que hace, atenta contra la uniformidad que tiende a imponerse, se resiste por así decirlo, a lo global; alguien preocupado en perseguir una imagen del mundo y construir con ella una obra que pretende universalizar su experiencia. Mirando entonces lo más privado y personal es como un escritor puede volverse universal, ése es el sentido que tienen las conocidas palabras de Tolstoi: pinta tu aldea y pintarás el mundo. La creación nace entonces de lo particular, cualquiera sea la particularidad que como ser humano le quepa a quien escribe, y es la focalización de lo pequeño lo que permite por la vía de lo metafórico inferir el ancho mundo, mirando mucho de poco, como quiere el precepto clásico. Así, buscando una forma inteligible y altamente condensada para las imágenes que persigue, un escritor pone al desnudo, desnudándose a sí mismo, aspectos insospechados de la condición humana.


3. Un buen escritor se niega a escribir a demanda.


Un buen escritor se resiste a escribir bajo dogmas estéticos y/o políticos y por supuesto se niega a escribir a demanda de las tendencias de mercado y las modas de lectura, porque funda su estética a partir de la puesta en cuestión de ciertos dogmas y porque escribe no para demostrar ciertas verdades sino para buscarlas en el proceso de escritura que es en sí mismo un camino de conocimiento. Un escritor que se precie rechazará a priori toda determinación para ir en busca de algo más valioso: el camino de exploración que la escritura de una obra propone, camino provocado y a la vez productor de aquella mirada personal sobre el mundo de la que hablábamos que, por medio de una forma estética que la contenga, es lo único que puede acercar quien escribe a sus lectores. Esto es válido para todos los escritores, cualquiera sea el género que transiten y cualquiera sea su mirada sobre el mundo. Es justamente por eso que el trabajo de un escritor no puede definirse de antemano, porque el pensamiento se modifica en el proceso mismo de escritura que es siempre incierto, hecho de sucesivas decisiones que se toman a medida que se escribe. De modo entonces que para escribir hace falta tener una gran disponibilidad para la incertidumbre y para el cuestionamiento de los propios atributos y condiciones.


4. Rentabilidad y calidad.


La lectura y la experiencia estética se encuentran entre los ejercicios más radicalizados de libertad. Pero por estrategias económicas de los grandes grupos editoriales, el lector -y más aún el lector niño y el joven- está muchas veces condicionado de antemano por informaciones y contenidos impuestos a través de elementos extra literarios. En las cubiertas de los libros, en la publicidad y en la difusión de las listas de obras más vendidas, la calidad literaria de un libro suele ser un asunto cuyo valor pasa a segundo plano. El imperativo único de la rentabilidad, suministra las pautas que debe seguir un libro para que tanto el escritor como el lector/consumidor se adecuen a ellas. Así, si se quiere vender mucho, un libro debe ser definido de antemano para que nada escape a la planificación y al control (siempre en la línea de lo que se vende bien, de lo que se supone que funcionará porque ya se ha probado en plaza, asimilando la lectura -cuya experiencia es tan personal- con otros productos de consumo masivo). En consecuencia con ello, ciertas denominaciones que deberían ser simplemente informativas se convierten en categorías estéticas. Es lo que ocurre con la expresión "literatura infantil" e igual o más aún con la de "literatura juvenil". Estas expresiones, corrientes en los medios pero sobre todo en la publicidad editorial -y más especialmente en las estrategias de venta destinadas a los docentes y las escuelas- están cargadas de intenciones y son portadoras de valores (y dicho sea de paso, la cuestión de "los valores" se ha convertido así en un pingüe recurso de venta de libros infantiles, no siempre de libros de calidad, orientados hacia la escuela). El empleo de esos rótulos (literatura infantil/literatura juvenil y en ese marco, literatura en valores/ literatura para educación sexual/ literatura con temática ecológica/ literatura sobre buenas costumbres y urbanidad/ literatura para los derechos humanos/literatura para aprender a vivir en una familia ensamblada y tantos otros casilleros que podríamos llenar) presupone temas, estilos y estrategias y sobre todo la marcada destinación y predeterminación de un libro con respecto a cierta función que se supone que éste debe cumplir. Se le atribuye a la literatura infantil la inocencia, la capacidad de adecuarse, de adaptarse, de divertir, de jugar, de enseñar y sobre todo la condición central de no incomodar ni desacomodar, y así es como están muy poco presentes otros aspectos y tratamientos y cuando lo están aparecen con demasiada frecuencia teñidos de deber ser y obediencia temática o de sospechosa adaptabilidad curricular. ¿Los autores de textos y de ilustraciones son conscientes de esta situación? ¿O contribuyen con inocencia peregrina al funcionamiento de la rueda? He escuchado con frecuencia en escritores de este campo decir, a modo de justificativo por la baja calidad de un texto, lo que pasa es que yo vivo de esto y también he escuchado a ilustradores justificarse por haber puesto su oficio al servicio de textos muy pobres con una frase como: tenía que pagar la luz. Es posible que la mayoría de los autores se deslice con cierta inconciencia e inocencia en la trampa de esta sobredeterminación, actuando, escribiendo o dibujando conforme a las expectativas del mercado o de lo que se supone que la masa de lectores/ esa abstracción que llamamos el mercado/ espera leer, pero la inocencia y la inconciencia no son cualidades de las que pueda vanagloriarse un adulto responsable ni menos aún un escritor. Así, el grueso de los libros destinados al sector infantil y/o juvenil -aunque claro que con honrosas excepciones de libros, autores, ilustradores y editores- procura una escritura correcta cuando no lisa y llanamente baladí (políticamente correcta, socialmente correcta, educacionalmente correcta), es decir fabrica productos que se consideran adecuados/esperables para la formación de un niño o para su divertimento. Y ya se sabe que correcto no es un adjetivo que le venga bien a la literatura, pues la literatura es un arte en el cual el lenguaje se resiste y manifiesta su voluntad de desvío de la norma.


5. Hacia una literatura sin adjetivos.


La tendencia a considerar la literatura infantil y/o juvenil básicamente por lo que tiene de infantil o de juvenil, es un peligro, porque parte de ideas preconcebidas sobre lo que es un niño y un joven y porque contribuye a formar un ghetto de autores reconocidos, incluso a veces consagrados, que no tiene entidad suficiente como para ser leído por lectores a secas. Si la obra de un escritor no coincide con la imagen de lo infantil o lo juvenil que tienen el mercado, las editoriales, los medios audiovisuales, la escuela o quien fuere, se deduce (inmediatamente) de esta divergencia la inutilidad del escritor para ser ofrecido en ese campo de lectores potenciales. Así la literatura para adultos se reserva los temas y las formas que considera de su pertenencia y la literatura infantil/juvenil se asimila con demasiada frecuencia a lo funcional y lo utilitario, convirtiendo a lo infantil/juvenil y lo funcional en dos aspectos de un mismo fenómeno.


6. Peligro.

El gran peligro que acecha a la literatura infantil y a la juvenil en lo que respecta a su categorización como literatura, es justamente el de presentarse a priori como infantil o como juvenil. Lo que puede haber de "para niños" o "para jóvenes" en una obra debe ser secundario y venir por añadidura, porque el hueso de una texto capaz de gustar a lectores niños o jóvenes no proviene tanto de su adaptabilidad a un destinatario sino sobre todo de su calidad, y porque cuando hablamos de escritura de cualquier tema o género, el sustantivo es siempre más importante que el adjetivo. De todo lo que tiene que ver con la escritura, la especificidad de destinatario es lo primero que exige una mirada alerta, porque es justamente allí donde más fácilmente anidan razones morales, políticas y de mercado.


7. La industria editorial.

 

En medio de la permanente renovación de títulos, del rápido reemplazo de un libro por otro, un buen libro, un libro de calidad literaria, puede consolidar una circulación con cierta perdurabilidad, algo que finalmente también redunda en beneficio de los buenos editores que hicieron el esfuerzo y asumieron el riesgo de publicar calidad y diversidad, a veces incluso contra las tendencias del mercado. La presión por obtener rendimientos inmediatos tiene un efecto perverso que actúa en contra de los intereses de la misma rueda editorial ya que no contribuye a crear nuevos y buenos lectores. Porque a los lectores, es decir los destinatarios de los desvelos de los escritores y de la industria editorial, es necesario construirlos y construir lectores es, lo saben ustedes más que yo, un persistente trabajo social que incluye a docentes, bibliotecarios, padres, técnicos, investigadores, críticos, promotores de libros, editores, escuelas, nstituciones no gubernamentales y al Estado.

Los resultados de creer ciegamente en las leyes del mercado, hacen que se confunda literatura con cifras de venta por título. Se trata de cosas muy diferentes ya que la literatura (además de aportar a parte de la industria editorial) es una de las expresiones más altas de la cultura y una construcción social que cohesiona y da entidad a los habitantes de un país y que como tal necesita ser cuidada, estimulada y protegida por todos. La literatura es, por lo tanto, una construcción que va incluso más allá del libro como objeto de la cultura. Un buen editor, un editor preocupado por la literatura, es alguien capaz de construir un catálogo perdurable, capaz de atender a una mejor calidad y a una mayor diversidad, tal vez con una menor concentración de ventas por título en aras de mejores libros. Más libros de calidad aunque vendan tal vez menos cantidad de ejemplares cada uno, libros cuyas ventas se sostengan en el largo plazo, en lugar de una voracidad que reclama resultados inmediatos y fabrica series anodinas de rápida funcionalidad y pronta desaparición en la memoria de los lectores. Menos concentración de ventas por título, hacia un mundo de libros de calidad más diversificado. Se trata de una apuesta que sostienen con esfuerzo los editores pequeños, que buscan en las fisuras del mercado una franja especial, más refinada, de lectores. Apuesta cuyos esfuerzos, tal vez en nombre de esa literatura como construcción social de todos, el Estado debiera apoyar y estimular de un modo diferenciado.


8. Las ediciones del Estado.


Cuando realiza compras con los dineros de todos, el Estado debe implementar mecanismos de selección de altísima transparencia, en busca de libros de la mayor calidad que a su vez permitan dar cuenta de la diversidad de autores, de editores y de estéticas incipientes o ya existentes en nuestra literatura. Esto en lugar de fabricar cuadernillos que se regalan como si fueran caramelos en canchas o en playas. No de ese modo, es decir no con un cuadernillo que transcribe un fragmento de novela, a veces incluso de una novela para adultos, caído al azar a la mano de un niño o de un joven, convertiremos a ese niño o a ese joven en un lector. No lo convertiremos en lector muchas veces por lo inadecuado o fragmentado del material, siempre por la baja calidad de edición y también siempre por la situación de desencuentro en que ese material llega al pretendido destinatario. Sabemos todos nosotros que es muy difícil, por no decir imposible, que un niño se convierta en lector porque recibió un librito en una cancha de fútbol o en la playa. Dice Silvia Bleichmar que hay inclusiones que son exclusiones. Un niño, un joven tienen derecho a convertirse en lectores, pero ese derecho, si es que en verdad se lo queremos conceder, incluye ocasiones y espacios de encuentro, como ha dicho hace unos años nuestra querida Graciela Montes, muchas ocasiones y muchos persistentes y continuados espacios de encuentro, (cantidad, persistencia y continuidad que, por otra parte, sólo es posible con mediadores capacitados y en proyectos a largo plazo, nunca en acciones puntuales que sólo logran mentirosos efectos mediáticos), e incluye el acceso a aquellos libros a los que accedemos los que podemos comprar libros en librerías, a esa calidad y diversidad de libros y a esa calidad y diversidad de voces que los buenos libros de una cultura nos pueden ofrecer.
Creo fuertemente en la importancia de la industria editorial, de la que viven muchas personas en el país, una industria de la que hemos podido muchas veces enorgullecernos, pues como se sabe, Argentina ha ocupado en ese rubro, en varios momentos de su historia, un lugar destacado en el mundo de habla castellana. Para que la industria editorial prospere hacen falta, lo sabemos, compradores de libros. Y para que haya compradores de libros - sean estos compradores particulares, instituciones o el Estado- hace falta construir lectores. Pero según sea la calidad de esos lectores que logremos construir, será la calidad de los productos que se fabriquen y vendan a ese mercado potencial. La industria existirá entonces igual y mejor, igual digo en su caudal o incluso más potente, pero editando libros de mayor calidad, si logramos una mejor calidad de destinatarios, es decir si construimos lectores más interesados, más críticos, más entusiastas y más selectivos. Con lo cual es absolutamente central la tarea que están realizando personas como ustedes, interesadas por la lectura y por el libro, en sus respectivos espacios de trabajo


9. Un buen libro es un libro menos funcional.


Un buen libro "sirve menos" que un libro adocenado, producido ad hoc, producto de un escritor "profesional", un escritor "de oficio". Un buen libro por lo general tiene un campo de lectores más pequeño que un libro funcional a ciertas tendencias o requerimientos del mercado, sencillamente porque los buenos libros no responden a un gusto global, no gustan a todos, así es la literatura. El escritor no es un término medio de la conciencia de un país, no tiene por qué serlo, sino más bien alguien que busca en lo que es, alguien que intenta mirar sin pudor y sin preconceptos a sus criaturas, y que mirando lo que es, a veces hace que veamos lo que no quisiéramos ver. También es alguien que no pide disculpas por lo que muestra, aunque lo que vea y muestre vaya en ciertos momentos a contracorriente. Para gustarle a "todo el mundo" hay que renunciar a cierta zona de particularidad y la literatura -el arte en general- es el reino de lo particular. Que luego algunos libros trasciendan fronteras y se difundan y crucen ciertas barreras es otro fenómeno, pero las buenas obras, por lo menos en sus comienzos, circulan de un modo más restringido y secreto porque no responden al único juego de la oferta y la demanda. Los buenos libros tienen, con respecto a la oferta, la demanda y los canales de circulación, una multiplicación de sentido que es al mismo tiempo una restricción a su uniformidad y masividad.


10. Literatura y política.


Lo público, lo que es de muchos (o de todos), me ha tocado como persona y ha aparecido de modos diversos en mi escritura, modos a veces muy sesgados, no perceptibles para mí sino hasta mucho más tarde, porque la vida misma de alguien como yo, que nací a mitad de la década del cincuenta, que fui a la universidad en los setenta, que vivo en este país sin que me sea ajeno, se ha visto atravesada por los hechos políticos que han condicionado con nuestra privacidad, incluso nuestra existencia. Sin embargo, mirando lo publicado y los borradores de estos años, lo que aparece con persistencia como interés temático es justamente lo privado (particularmente el mundo privado de las mujeres y sobre todo, el pequeño mundo de las mujeres de la clase media argentina, a la que pertenezco, y lo que ellas -es decir nosotras- hemos sostenido o destruido, apoyado o condenado con nuestro pensamiento y nuestros hechos, con nuestro hacer o nuestro no hacer). A ese foco tiende a ir la mirada en busca de "material". Un foco que es externo (historias que veo/fragmentos de vida que recojo, "la realidad" que me circunda) y es también interno, un modo de mirar las propias pequeñeces, contradicciones y grandezas. Pero, como suele decirse, quien mira una casa ve un mundo, ve el mundo en el que esa casa está plantada, y quien mira con insistencia "lo privado", termina por ver el espacio público en que esa privacidad está instalada. Por eso diría que lo político ha llegado a mi escritura a medida que yo miraba otras cosas, a medida -y en la medida- en que focalizaba en la vida común de hombres o mujeres, preocupada por las cuestiones de la forma, que es aquello que nos preocupa a los escritores.


11. Esa es la cuestión.


La escritura es siempre una puesta en cuestión, porque la imagen que aparece, aparece siempre como un problema, una necesidad de mirar más a fondo en el personaje o la situación, mirar por debajo de su prejuicio que las más de las veces es también nuestro prejuicio, para intentar ver qué hay más allá. Se trata de dudar, de romper con lo que se ha venido pensando, para conocer en un sentido profundo. Pero ¿no es acaso esa puesta en duda de los propios prejuicios una actitud política? ¿No es para un escritor ése el lugar político por excelencia? ¿No son el deseo y la voluntad de construir una obra personal, la fidelidad para con uno mismo y el cultivo sostenido y no aspaventoso de las diferencias, algo político? Fidelidad del escritor para consigo, para con su mundo interno, que puede ser aceptado o rechazado por los otros, porque está en el punto opuesto a lo "políticamente correcto". Lo ético en la escritura es la exploración de una verdad estética personal. Palabras, y hombres o mujeres que la ejercen convertidos finalmente en una misma única cosa. Ética y estética todo uno, porque lo estético en el arte subsume a lo ético y nos permite expresar una verdad sin dogmas. Por eso la literatura no es el lugar de las certezas, sino el territorio de la duda. Nada hay más libertario y revulsivo que la posibilidad que tiene el hombre de dudar, de ponerse en cuestión.


12. El lugar de la crítica.


Un escritor que desarrolla un libro tras otro y que se encuentra al cabo de los años con lo que podríamos llamar una obra (es decir cierta cantidad de títulos editados, vendidos, tal vez recomendados o incluso premiados) es de suponer que tiene un programa de escritura y conciencia de sus herramientas. Por eso llama la atención el vacío de sustento, la nada que parece respaldar la obra de muchos escritores para niños, convirtiendo entonces la escritura en infantil (la escritura, no ya el destinatario), un adjetivo que se ha vuelto contra el sustantivo, fagocitando su riqueza. A lo largo de los años que hace que trabajo en este campo, he percibido resistencia de muchos escritores frente a la crítica y los estudios académicos. Esa resistencia esconde, creo, un miedo a la discusión de ideas y a la revisión de las producciones. Sin embargo, debiéramos lamentar que esa crítica sea todavía débil en cuanto a la cantidad de agentes que la desarrollan y que muchas veces se manifieste tímida frente al avance de la publicidad y del mercado, como es de lamentar que esa mirada crítica no ocupe u ocupe poco lugar en los medios de circulación masiva y quede de ese modo replegada a ciertos pequeños ámbitos de estudio. De haber sido de otro modo -de un modo que espero llegue más temprano que tarde- no hubieran prosperado tantos libros de mala calidad, y se hubiera orientado más y mejor a los potenciales compradores (sean estos padres, maestros o instituciones) hacia libros de calidad literaria y estética. Porque la literatura de un país no se hace sólo con escritores, sino también con investigadores, formadores y críticos y se hace sobre todo con lectores que dialogando con las obras ya escritas, van construyendo obra hacia el futuro. Se trata de una construcción social, que tiene que ver con entender la literatura de un país como la inmensa tarea de una sociedad que escribiendo, estudiando, cuestionando, difundiendo, leyendo o ignorando lo escrito va haciendo la obra de todos.

PROF. LIANA FRIEDRICH


Liana Friedrich Es menester fomentar el cambio dentro de la sociedad, para contribuir al desarrollo de temáticas para impliquen un fuerte involucramiento y compromiso para el desarrollo de una cultura de la paz a través de la literatura. Luchemos para que las próximas generaciones de gobernantes se interesen más en enarbolar, a nivel universal, una cultura de la paz, no belicista.


Tiempos difíciles

 

El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar... y corren el riesgo de vivir sus sueños. 

Siempre existirán obstáculos que se nos interpongan en el camino de la vida... Pero siempre tendremos la opción de enfrentarlos con ingenio, con laboriosidad o con renunciamiento. Tantas veces los contratiempos ensombrecen la luz del día con telarañas de desencanto, que no podemos ver ese resplandor de esperanza que se trasluce a través de las nubes más oscuras...

Ah, y cuando el sendero se empina, cuesta arriba, todo se vuelve aún más difícil de sobrellevar: nos sentimos como Sísifo, ese personaje de la mitología griega, quien por sus errores fuera condenado al esfuerzo eterno y extenuante de elevar una enorme piedra, rodando, hacia la cima de la montaña. Pero claro, cuando alcanzaba la cumbre, el peñón se escapaba de sus manos para que tuviera que reiniciar la tarea eternamente.

Tal vez, el secreto sería no cometer faltas, para evitar así los castigos, es decir, no burlar las leyes, no hacer trampas, no traicionar a los demás... Pero... ¡qué difícil parece afrontar un desafío como ese, en la sociedad actual, caracterizada por la falta de valores morales, la carencia de ideales y la muerte de las utopías!

Sin embargo, existen en nuestra historia ejemplos dignos de ser imitados, tanto si nos retrotraemos a un pasado remoto (la época en que se gestara nuestra libertad), como a un tiempo y un espacio más cercanos a nosotros... Son los ejemplos de quienes lograran vencer los obstáculos, enfrentando las dificultades con voluntad o con valentía. Ellos fueron hombres y mujeres de "carne y hueso" -no personajes mitológicos, ni héroes de papel- quienes lograran encontrar los recursos adecuados para solucionar los problemas más acuciantes, gracias a una gran dosis de inteligencia o de arrojo; tal es el caso de "Macacha" (María Magdalena Dámasa Güemes de Tejeda), una de las "Mujeres de la Independencia", la entusiasta hermanita colaboradora del General Martín Miguel de Güemes, durante la guerra de guerrillas, y, por otro lado, el Dr. René Favaloro, quien tanto bregara por el estado sanitario de su amada Argentina (e ingrata...), o Esteban Laureano Maradona, médico rural y naturalista, preocupado especialmente por la salud de los más necesitados.

Por eso, sus nombres no merecen ser olvidados. Como expresara Chela de Lamberti en uno de sus poemas:

"Coraje: comenzar con esta palabra la jornada, es llegar donde uno se lo propone.

La fe es una conquista difícil, que exige cambios diarios para mantenerla.

El mundo está en las manos de aquellos que tienen el coraje de soñar... y corren el riesgo de vivir sus sueños.

La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace la vida interesante.

Cuando alguien desea algo, debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena.

Afrontar el camino con coraje, y no tener miedo a las críticas, porque el miedo paraliza...

La valentía no es ausencia de miedo, sino la capacidad de seguir adelante, a pesar del miedo.

Cuántas cosas perdemos por miedo a perder...

Sólo una cosa vuelve imposible un sueño: el miedo a fracasar.

El tiempo del miedo se acabó; ahora empieza el tiempo de la esperanza. "

 

¡Suerte! Y feliz comienzo...

 

Liana Friedrich, Argentina

 

LA POESÍA COMO INSTRUMENTO TERAPÉUTICO Y SOCIALIZADOR

 

La lectura de textos poéticos y la escritura poemática mediante juegos de palabras permite a los niños conocer aspectos gramaticales, sonoros y semánticos de nuestro lenguaje; pero, fundamentalmente, les brinda la posibilidad de expresar sus emociones y encontrar nuevas formas de decir y decirse. La exploración de la metáfora, de los sonidos y formas típicas de este tipo de texto atrae a los niños, les proporciona satisfacción y les presenta desafíos lingüísticos que promueven el desarrollo de la imaginación y la expresión de emociones. Es por eso que al docente puede realizar un abordaje desde lo emocional y crítico para luego generar en sus alumnos creaciones poemáticas, a través de actividades dentro del aula y en relación con la comunidad.

 

Desde el área lengua es posible encontrar una didáctica de la literatura estimulante y que provoque resultados específicos a nivel lenguaje, puesto que ya en el primer ciclo de enseñanza primaria, la poesía se manifiesta como juego sonoro, pero también como género literario. La poesía comparte con el resto de las manifestaciones literarias, las diferentes formas y maneras de combinar las palabras y los materiales (semánticos y gramaticales). Pero sin dudas, es la poesía, y específicamente la metáfora, la que permite resignificar al otro, lo otro y a nosotros mismos para encontrarle sentido a la vida: se comporta como una herramienta semiótica que permite redefinir el contexto desde la propia subjetividad, y nos aleja de generalizaciones, para hallar valores singulares desde los aspectos más sensibles del lenguaje, como lo son el sonido y el silencio o el espacio en la página. Pero para reconocer y disfrutar leyendo o escribir poesía, lo primero que hay que lograr es el contacto con la lectura y la escucha de textos poéticos, por medio de la detección y reflexión sobre los elementos sonoros, la estructura sintáctica y la versificación presentes en la escritura, siempre en relación con los efectos que produce su lectura.

 

La invitación a leer poesía implica un oído atento y la posibilidad de diferentes lecturas e interpretaciones porque la poesía no es matemática ni obedece normas mecánicas, ni tiene como objeto transmitir un mensaje como la fábula, ni respeta el orden temporal de los hechos como la crónica. Hay poemas que cuentan como un cuento, que describen como un cuadro, que asustan como un fantasma, que consuelan como una caricia. Esto quiere decir más allá del análisis de recursos estéticos, para abordar un texto literario hay que hacerlo como texto modelo, desde el cual el autor genera determinados efectos. Habrá que favorecer la reflexión en los niños- lectores, y encontrar formas estilizadas para hablar de sus emociones, sus deseos y sus miedos, y de esta manera, lograr una construcción subjetiva de manera equilibrada, ayudándolos a descubrir caminos adecuados para enfrentar la palabra, elegirla, escribirla y así expresar sus emociones frente al mundo y ellos mismos.

La importancia del libro (...y  la era digital)


Mucho se ha habla en estos días con motivo del aniversario del natalicio de Jorge Luis Borges. Justamente, el maestro de Ficciones, en el "El jardín de senderos que se bifurcan": ..."El jardín de senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades." ...¿Acaso nos estaba anticipando, con visión preclara, el futuro que correría el libro?... ¿Nos estaba prediciendo, como lo hiciera Verne en sus viajes de ficción- científica, acerca de un evento futuro, que hoy es una realidad, es decir, el libro electrónico?...

El lingüista y escritor italiano Umberto Eco hablaba, en uno de sus ensayos, sobre la evolución que sufriera el libro: primero los acontecimientos se transmitían oralmente, de generación en generación -y corrían el riesgo de perderse o de desvirtuarse-. Luego la literatura dio un salto gigantesco, con el advenimiento de la escritura -y aún más con el de la imprenta- que permitieron recuperar permanentemente la información, siempre de manera secuencial, lineal. Pero con la llegada de la T.V. y el cine, la imagen, la oralidad y la escritura se fundieron, permitiendo realizar una lectura simultánea de los diferentes códigos. Por último, arribamos a la revolución informática, con el surgimiento de la computadora, que dio nuevamente una "vuelta de tuerca", porque con el hipertexto es posible tener sobre la pantalla al mismo tiempo distintas informaciones (provenientes de distintos espacios del disco): es como un libro que tuviera la maravillosa virtud de recuperar a la vez varios capítulos, facilitándole al lector la visión de todos ellos al mismo tiempo. La conexión a Internet nos permite sumarnos a la globalización y ser partícipes de la amplia red mundial, a la vez, incrementar el caudal de informaciones. En cuanto a la empresa editorial, hoy podemos disponer no solamente del libro en formato papel, sino electrónico (e incluso hay otra categoría que podemos incorporar: el libro-objeto).

¿Y cuál es la misión fundamental de una biblioteca? Coleridge, un autor inglés, decía que existen cuatro clases de lectores: uno es como el reloj de arena, porque deja pasar todo lo leído sin dejar huella; el otro es como una esponja, ya que lo absorbe todo, pero lo devuelve tal como estaba, apenas teñido con un poco de sí...; el tercer tipo es como un colador, puesto que permite pasar el jugo, pero guarda para sí la rica pulpa..., y el último es como el obrero en las minas de diamante, quien desecha todo lo que no vale, pero conserva las más puras gemas... Estas dos últimas categorías son las que docentes y bibliotecarias esperamos lograr en nuestros alumnos -y en los lectores en general-: usuarios inteligentes, capaces de atribuir significado a las palabras, y de completar el circuito de la comunicación lingüística, además de emocionarse, vibrar y jugar con la fantasía, a través de la literatura. Valgan entonces las palabras del cuentista italiano Italo Calvino, quien manifestó lo siguiente, acerca del placer de la lectura: ... "Quizás en el futuro habrá otras maneras de leer que nosotros no imaginamos. Me parece que es un error desdeñar toda novedad tecnológica en nombre de los valores humanísticos en peligro.
Pienso que cualquier nuevo medio de comunicación y difusión de las palabras, de las imágenes y de los sonidos puede fomentar nuevos desarrollos creativos, nuevas formas de expresión; y pienso que una sociedad más desarrollada tecnológicamente podría ser más rica en estímulos, elecciones, posibilidades, instrumentos diversos y tendrá siempre necesidad de leer, de cosas que leer y de personas que leen." ....

 

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