FEDERICO GARCÍA LORCA: LA VOZ QUE NO CALLA
-A LOS 70 AÑOS DE SU ASESINATO-

Por: J. MAURICIO CHAVES BUSTOS
Escritor y Académico Colombiano

Mensajes al Escritor, Oprima Aquí

Poeta...Espacio Infinito
Solar eclipse
del alma...Eclipse solo ante Dios

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

Federico García Lorca
(Llanto por Ignacio Sánchez Mejias, IV, alma ausente)

El Alcázar de Toledo, puede reconstruirse.
La Poesía de García Lorca, no,
ni todo lo que esa juventud podía dar.
Bernardo Arias Trujillo

(Remembranza de Federico García Lorca)


Si algo caracteriza no sólo la obra de García Lorca sino su vida misma, es esa simbiosis que le permite existir entre lo popular y lo culto. Venía de una familia netamente andaluza, descendiente de agricultores ricos, emprendedores, y frente a un padre calculador y moderado, surge una madre inteligente y cariñosa. Vemos así como desde la primera infancia se va gestando en el poeta un sentido de ambivalencia, de dualidad, que el logrará hermanar por medio del arte literario. Frente a los juegos bucólicos de su infancia, también encontramos el encuentro con la representación y la puesta en escena de lo simbólico con su percepción por un mundo que va mas allá del puramente sensible; además, siempre reconoció la importancia que tiene la servidumbre en la casa de los burgueses, pues son éstos los que les permiten, por medio de la tradición oral de los cuentos populares, llegar a la expresión simbólica, - algo que lo asemeja con Aurelio Arturo, quien ve en su nana negra la operante de un mundo mágico: en sus muslos, el sueño me alarga los cabellos -. Ese ambiente que lo rodeó desde su primera infancia, le permitió reconocer en lo popular la posibilidad de una trascendencia que le hablara de su propia raza, de su estirpe, construye así desde su primera época un entramado simbólico para identificar y valorar una experiencia desde lo pulsional, desde un sentimiento primario, por denominarlo de alguna manera, y que posteriormente se configurará como su sello personal en las letras hispanas. Su recurrente fundamental es lo local, de ahí su sello que le permite universalizarse, la experiencia singular se generaliza, sin perder por ello sus particularidades, son las capas sociales desatendidas hasta entonces quienes le nutren las temáticas, es el duende operando desde el localismo de las manifestaciones propias españolas, Rafael Maya intenta develar esta característica: Lorca baja a los subsuelos de la nación, resucita ambientes castizos de otras épocas, y saca a lucir el romance tradicional, con sus cadencias y evocaciones, con su entrañable vigor descriptivo, con su aire fatalista, con su heroica monotonía .

García Lorca supo rodearse de gente que le permitió ahondar en el mundo de las sensibilidades, así en su niñez, así en su juventud, así en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en donde si bien no fue el mejor estudiante, si fue el más fiel representante de una artística nueva, manifiesta ya en sus primeras obras y procederes, al lado de Dalí, Buñuel, Pepín Bello, Emilio Prados, supo hacer de su vida una permanente pieza de arte, puesta en la escena de la camaradería, al acompañamiento de los sonidos armoniosos del piano y de las guitarras, siempre trasnochados, siempre altaneros, con la juventud como única enseña. Sus biógrafos atinan a afirmar que no fueron la filosofía ni las leyes su verdadera pasión, si bien le sirvieron para perfilar desde un gusto personalísimo una tendencia hacia la premonición de lo que debía ser la cultura y el arte, su espíritu se fue animando cada vez más con la búsqueda por lo ancestral, por lo que denominó el espíritu español, quizá ese fue el afán que inició por descubrir en la teoría y juego del duende, reconociendo la búsqueda del espíritu oculto de la dolorida España. Sus conversaciones con Falla, Unamuno, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, con seguridad le permitieron reafirmarse en un provincianismo que se quería universalizar, que quería abandonar los parámetros puramente localistas, para mostrarse al mundo, y cuyo pretexto fundamental fueron las artes; este provincianismo, no es el de la España pacata y timorata, de ahí la aversión por Lorca hacia lo convencional, cree en un ánimo que impulsa hacia las singularidades, y trata de develar cuál es el que le pertenece a su España, encontrándolo en el filo de la navaja que se mueve entre una religión cargada de temerosidades, y el festejo ante la peligrosidad, el éxtasis profundo que se mueve entre el instante y la eternidad manifiesta en la muerte; lo que se mueve entre lo uno y lo otro, ese, ese pequeño camino, es el espíritu que encuentra en su época y en su país. De ahí su manifestación personalísima en su actuar, que también zigzaguea entre lo místico y lo profano, entre Eros y Tanatos, entre Apolo y Dionisios. Ese camino tortuoso por la vida, es el abiertamente reconocido por García Lorca para sí mismo y para su propia España.

Pero definitivamente será América quien suscite en García Lorca una nueva visión acerca del mundo. New York, La Habana, Buenos Aires, visitadas, y México y Colombia desde su premonición suscitada por sus amigos oriundos de éstos países, serán referentes obligados a una realidad nueva y diferente. En New York, le asombra ver cómo el hombre cede a la máquina en la sociedad moderna norteamericana, García Lorca siempre premonitorio -será la antesala de la visión de George Orwell con la muestra premonitoria de un totalismo dominante, manifiesto en 1984-, predestinando además la problemática laboral que ahora subsume al hombre del siglo XXI, ve al hombre sumergido en el marasmo del capital, donde el grito lastimero de los excluidos se ahogan en el mundo social de las diferencias monetarias; New York es el caos, ese caos que William Ospina , en una visión tal vez demasiado literaria, se resiste a ver al hombre en el surrealismo de los marasmo mercantilistas, donde las individuales se difuminan; es, sin embargo, el sitio donde Lorca conoce los sonidos negros del jazz, Harlem se constituye en el lugar que posibilita un nuevo origen del mundo, es el lugar escogido para resguardar los saberes ancestrales, el de la simbología manifiesta en las danzas y ritmos de los esclavos africanos expatriados en esos confines, para entonces ya modernistas, pero es a la vez la ciudad laberíntica de las individualidad donde las conciencias emergen como mercancía en el mundo del mercado.

En La Habana, encuentra los rezagos perdidos y también puros de su España ancestral, le es la ciudad manifiesta de ensueños y gracia, la ciudad donde confluían el paganismo, en forma de música y baile, de negros rítmicos que despertaron su atención y le permitieron sobrepasar el freno, por lo menos público y manifiesto, de una homosexualidad que siempre le fue tragedia, y nuevamente los sonidos negros, en forma de son, que parecían perseguirle donde él fuera, y aquí la amistad y guía invaluable del cubano Fernando Ortiz, con la ciudad blanca, la creyente en vírgenes y escapularios, la ciudad que aún mostraba en algunas capas sociales la añoranza por la dependencia de esa España no tan lejana. Para él, en La Habana confluyen todos los tipos y las provincias españolas, enriquecidas por el sabor tropical, en donde toman una particularidad esencial; Cuba fue para García Lorca el rescate del sentimiento por lo humano, por el hombre en su faena racional y de sentimientos, pero también la Cuba como prostíbulo de los millonarios norteamericanos, la Cuba de la dictadura de Machada, la Cuba de la inanición y el desempleo. Este primer viaje va a permitir formar al poeta antiguo y moderno a la vez, transición ya manifiesta en sus obras publicadas, especialmente en el Romancero Gitano. Sin embargo, el García Lorca que zarpó de América, no fue ya el mismo, cambió, fue otro Federico el que regresaba a la España de sus dichas e infortunios. De este primer viaje, García Lorca reconocerá que llegó más español que antes de partir. Después de unos años, la segunda visita a América. Aunque por corto tiempo, y en viaje de y hacia Buenos Aires, Brasil y el Uruguay; es en la Argentina donde logra realmente éxitos con su poesía, así como por sus conferencias, no así en teatro, tanto en reconocimiento del público como en dinero, así lo atestiguará su generosidad para con el mismo Pablo Neruda; ahí se va gestando, ya en vida, el mito garcía-lorquiano, avenido gracias a su obra y a su personalidad, imán real que ha trascendido su propia existencia física; y luego el deseo de visitar México, y Colombia, según referencia del escritor Bernardo Arias Trujillo, deseos truncados con su asesinato.

Próxima Edición: LA SANGRE DERRAMADA


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