Vida y Pasión de la Poesía
"Si la poesía no existiese, tendría que ser inventada" Mallerné
Hoy, se hace presente y excitante como nunca, una nueva generación de poetas que podrían también ser llamados malditos por
la intensidad de su verbo revolucionario y apasionado con la tragedia humana contemporánea.
Nacieron con los tremendistas españoles del Siglo XX, y semi desprendidos de las corrientes neoclásicas del Siglo XVI,
crecieron como aquellos en rebeldía total, inclusive armada y de gran compromiso intelectual con los movimientos revolucionarios
de la época. De esa generación y las anteriores surgió y vibra en la escena del arte verbal moderno, una pléyade maravillosa
que marcha impulsada por nuevos movimientos repentistas de formas de expresión de la sensibilidad, comprometida con la verdad,
no tanto con los formalismos y la estructuración de lo clásico.
En cuanto a la aparente brevedad de la obra poética actual, debemos referirnos, no a su extensión sino al momento que
la origina. Hoy sabemos que todo momento es un nanosegundo en el reloj del tiempo. Solamente perdura o desaparece en la forma
de intensidad y modo de expresión que causa.
I
El ser humano experimenta desde su creación la necesidad de dar forma a través de la expresión visual-oral de sus sentimientos,
de todo lo que contenga algo sensible; sin embargo, su destino en sufrir profundos equívocos evolutivos antes de que pudiese
expresar su sensibilidad. Para lograrlo, el primer hombre y la primera mujer, tuvieron que desarrollar su primitiva existencia
cumpliendo los designios del Creador de crecer y multiplicarse y, paradojicamente, sufrir la pena del destierro de la presencia
del Supremo Hacedor precisamente por cumplir con su mandato divino.
Es imposible determinar la duración del exilio original del hombre. Sabemos solamente que, una vez concluido el Tiempo
de la Lluvia, fueron rescatados por el primer pastor de la humanidad, Noé, y que bajo su tutela, emprendieron la jornada milenaria
que daría sentido y concientización a su destino, y grandeza intelectual a su existencia material en el ejercicio de la más
noble y elevada de todas las formas de manifestación del sentimiento: La Poesía.
Poema, poetria, en latín, o poiesis, en griego, son nombres dados y atestiguados por primera vez en Herodotus, a esa forma
de expresión concedida al ser humano, para ilustrar, --como argumenta Sócrates, en La República, de Plato, "su relación
con el universo, como en un espejo al que se le da vueltas y vueltas para que produzca una apariencia de todas las cosas sensibles".
II
Aristóteles atribuye el origen de la poesía "al instinto natural del hombre de imitar o derivar placer en las
imitaciones", y basa en esa opinión los conceptos esenciales de las diferentes formas poéticas, la estructura del
poema y la primacía de la tragedia en la trama poética. Sin embargo, Aristóteles usa el término "imitación",
diferenciando agudamente su teoría de la de Sócrates. Según el esquema aristotélico, "la apariencia o forma de las cosas
no existe en ningún reino humano, sino que es inherente en las cosas mismas, de tal manera, que no es derogatorio indicar
que la poesía imita modelos en el mundo de los sentidos". Por el contrario, afirma Aristóteles, "la poesía es
más filosófica que la historia, porque adquiere, al imitar la forma de las cosas, dimensiones universales, mientras que aquellas
de la historia son singulares". La teoría aristotélica --de la habilidad del hombre de imitar sus propios gestos y los
ajenos--desarrollada posteriormente por los neoplatonistas del Siglo XVI, y ocasionalmente escuchada por los críticos neoclásicos,
fue eventualmente aceptada por los filósofos románticos, Shelling, Novalis, en Alemania, y Blake, Coleridge y Carlyle, en
Inglaterra.
Las teorías, convertidas en escuelas, demuestran, según afirma el eclético Cicerón en brutus orator, que "es
posible asumir un esquema universal que incluya ideas platónicas y permita al artista esquivar los objetos de los sentidos
para imitar las ideas de las cuales se deriva Natura misma". Sin embargo, no existen formas específicamente válidas
de clasificar las teorías que abundan sobre el origen de la poesía. La mejor clasificación es la que más convenga a los
intereses particulares de cada tendencia de arte verbal siendo de mayor aceptación la que define la poesía como un "modo
de imitación" de las acciones del hombre; dentro de ese esquema, ocurre entonces la transformación de su sensibilidad
artística en diversas manifestaciones orales-visuales.
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III
Trasladada así la poesía, al plano universal de desarrollo de diversas tendencias de presentación del arte verbal, podemos
afirmar, como Shelley lo hace en su elocuente tratado, "Defensa de la Poesía", que "toda buena poesía, imita
la formas de las cosas y que estas formas, como residentes de todos los valores, son los modelos de toda actividad y producto
humano"; en consecuencia, concluye Shelley, "se puede anular cualquier diferencia esencial entre poema y poema,
entre poética y poética, entre poemas escritos en tiempos diferentes, en lugares distintos, e inclusive, se puede suprimir
el orden obligante y aparentemente indestructible de la composición poética impuesto por los clásicos".
El poeta comprende, llevado por definición y conceptualidad al terreno de la libertad poética explicada por Shelley, que
para expresar la forma de las cosas, debe entender las "causas" del arte verbal definido por Aristóteles, como "la
formal, la material, la eficiente y la final"; dichas causas, opinan los analistas, son las generadoras de la presencia
de ciertos poderes de experimentación de la sensibilidad. Es así, como un poema, puede ser medido en términos cualitativos
o evaluativos diferentes, y considerado como "pure vers" o simple expresión irregular de una forma de sentir generalizada.
Al definir un poema, y colocarlo dentro de un estilo particular, se hace igualmente inevitable concluir que, buena o no,
"la poesía, como los mitos, los sueños y las visiones", " reproduce un juego de paradigmas arquetipos, y representa
en cada caso, el ciclo de las estaciones y el de la muerte y renacimiento", según mantiene P. Wheelwright en su obra,
Los Cimientos Ardientes. Asi, dentro de un proceso cíclico evolutivo de transformación interior, la creación de un poema,
es una forma de transportar nuestra intensidad anímica a un prisma de variaciones semánticas, a todo color, o en blanco y
negro, para que se desdoble en un vórtice de profundos pasajes incandescentes, casi siempre trágicos, y prácticamente insostenibles
ante la imposibilidad de resistir dicho estado por mucho tiempo.
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V
Esto de la brevedad poética, debe cautivar nuestra imaginación, porque es precisamente en esa dimensión, donde se
detecta la verdadera calidad del verbo.
La brevedad poética , es definida como la teoría de "la poésie pure", estudiada por Abbé Bremond, que precisa
la habilidad del poeta de trasmitir todas las formas de sus sentidos dentro de los límites clásicos de la composición poética
tradicional. Sin embargo, las tendencias modernas de renacimiento de la poesía , comprueban, que aún es posible excitar
intensamente, con obras gigantescas, como las de Homero, Milton, Shakespeare o Cervantes, o la oculta y maldecida de
la generación de poetas reinvindicada por Verlaine en Les Poétes Maudit, poetas malditos", Corbiere, Rimbaud, Mallarné,
"condenados por los poderosos de la tierra, envidiados y odiados por la sociedad, por sus cualidades superiores, y
el temor a la revelación de la verdad".
VI
Afortunadamente, un poeta es un ser dotado de una pasmosa capacidad de sentir y dar permanencia a la forma de los pensamientos;
es que el poeta funciona dentro de un proceso de inconciencia física que lo transmuta a un terreno único de concientización
inmanente, en el que se mueve y actúa como si fuese la conciencia de otro, inseminando el vientre de las cosas, y procreando
para todos los tiempos la forma de esa criatura excitante llamada, ¡Poesía!.
El ser humano, desde su creación, ha venido recorriendo, muchas veces en exceso, todos los ambientes creativos, desde
los espirituales hasta los puramente sensoriales de su personalidad intelectual; al hacerlo, ha cultivado con creces la
capacidad independiente de práctica de todas las disciplinas, desde las de matar por "gusto", hasta las de dar
vida y forma a un poema que trascienda intensamente y excite sobremanera. La necesidad que tiene el ser humano de expresar
sus sentimientos, bien sea en prosa, poesía, pintura o escultura, o por medios próximos a la irrealidad, tan intangibles
como pueden ser los cibernéticos, lo conduce y conducirá eternamente a la exploración de sus profundidades anímicas en las
que germina, poeta o no, su esencia natural de imitador de si mismo y de todo lo que le rodea.
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IV
Dentro de este último concepto, la poesía no puede entonces ser monolítica o inmutable. La poesía puede ser vers libre
o simetría absoluta, y nada distingue la esencia poética de un poema de otro, porque todos vienen de la forma de ser
y de ver de cada individuo, poeta o no, ya que el término aplica al sentimiento manifiesto de cada persona, bien sea en
estilo clásico, o en el modo más elemental de expresión, no a la forma estructural del mismo.
La excelencia del poema y su permanencia en efervescencia, radica en la intensidad de la cosa sentida. Este modo de pensar
puede encontrarse en un pasaje de la obra de Hazlit Keats, sobre el "gusto" y el placer derivado del mismo,
que dice: "la excelencia de todo arte es su intensidad". ¡Claro que si! La magnitud de grandiosidad en un poema,
radica en su capacidad de excitar. Lo confirma la doctrina de Edgar Allan Poe, recogida por Baudelaire, que dictamina que
"un poema es bueno, si excita intensamente, por elevación, del alma," concluyendo que "toda excitación intensa,
es a través de una necesidad física, breve".
EPILOGO
La interpretación mimética del sentimiento propio que hace propio igualmente el sentimiento de "otro", nos confirma
la teoría socrática de que la poesía eleva al poeta y su poesía a niveles insospechables de grandeza mística parnasiana, y
alcanza a todo ser viviente, estudiado o no: a la novia quinceañera que siente el ritmo de un poema en sus labios tocados
por el beso del "poeta" de sus sueños; al campesino ignorante que improvisa coplas a todo lo que ve y oye; paradogicamente,
pueden ser insensibles la letrada reina o el "sabio" monarca de un imperio cualquiera, a las glosas clásicas de
sus loadores.
En uno y otro caso, debemos creer que nace un poema en todo instante de la vida del ser humano, y que ese poema lo toca
y lo conmueve; también sabemos quienes escribimos, que la longevidad de nuestra obra siempre será proporcional al grado de
excitación que cause y proporcionalmente, nuestra grandeza y vida como bardos. Como tales, muchos de nosotros, "poetas"
somos desconocidos y seguiremos siéndolo. ¡Que importa!, el poema tiende a adquirir naturaleza propia; recordado o no el poeta,
siempre se dice al al invocar un verso de esos que jamás se olvidan: : "Como dijo el Poeta".... "Con eso tengo
bastante", según un poeta español de cuyo nombre no puedo acordarme.
Joseph Berolo R
Oct. 16. 2003
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