Lugar: Bogotá, Colombia...bajo la majestad de la Basílica Primada...
(Viene) ...En su marco de oro los recuerdos,
la madre siempre joven,
el padre siempre adusto,
los hermanos, pequeños se quedaron;
tuvieron hijos nos dijeron.
Se cruzaron con besos los senderos
y un manantial de te quieros
recargó las líneas
que de tanto ruego
creímos poblados los abismos
de amores presentes duraderos.
Un día se nos fueron los amados,
los olvidados, los ignorados,
los nunca conocidos, lo supimos
a destiempo,
solo doblan las campanas
en la torre de los cielos
y son las tardes, negras
enlutadas, sin aquellos
quese fueron, que se fueron...
Madre, padre, abuelos,
todos los hermanos...los amigos,
los grandes caudillos--
de su vida aún la voz
estalla en los abismos,
sin poder en paz dormir,
su espera larga es
en guerra que jamás acaba,
su herencia de la historia pende.
Se nos fue también la patria aquella
de mimos maternales;
donde reinó la aurora
cunde pavor de tempestades.
Cuando por fin llegué del viaje
caminé por los caminos de la partida
hacia el mismo lugar que habitó
la fiebre del huir lejana
poblada deste frío ahora negro de la noche
trasegada por todos los olvidos....
...Y me quedé dormido
bajo un balcón cercano
al viejo claustro lasalliano
como cuando era niño
y caminaba calle once abajo
hacia la suerte juguetona
del parque centenario
saboreando colombinas
en la esquina del Florero...
No me despertéis....duermo
el sueño de jamás haber partido
y es mi reino el mito colombiano
¡Perdón Hermano...Perdón por Mi Ausencia...!
Hermano:
Lo
que nos separó
no
fue la distancia
que bien supimos
siempre
vivir nuestras
jactancias
muy a gusto y buen
talante.
No fue este vivir ausente
que las huellas
nos unieron
en un
tenaz presente,
de cariños que jamás
se fueron.
Nos separó la Guerra,
que al llegar tocó
de muerte
el marco
de tu puerta,
tu paz, tu herencia
buena,
te hizo
pobre, fugitivo,
plagió tu aurora,
derrumbó
tu estrella,
llenó de gritos
tus silencios,
se llevó tus hijos
al averno,
secó la fuente
de tu aliento,
y convirtió
tu hacienda
en un desierto
Nos separó mi poca holgura
en extranjera
tierra,
que tu morir no pude compartir,
que en tu sentir creiste fue abandono,
que nunca supiste en tu
dolor
del mío horrible
de no poder a
ti acudir.
¡Perdóname, Hermano. ¡ Perdóname !