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Retrato. Mujer Dormida

Amigo Lector. Si no quieres reconocer que tú, eres Jeremías...No llegues a la puerta de Ricardo...

Hoja soy vencida por el tiempo...Soy Aquel..

Amigo, deja que me llegue a la puerta de tu casa. Vengo de lejos y estoy fatigado; tú eres mi amigo; crecimos juntos, ha ya mucho tiempo, pero, todo pasa y se olvida. No me reconoces, lo sé. Mas si vienes conmigo te mostraré mi carga de caminante y reconocerás de luego al que se fue un día, cuando te diga de paso que mi nombre es Jeremías, y el tuyo, si mal no me acuerdo, Ricardo.

¿Reconoces aquellos lazos que cuando éramos niños nos unían? Tu casa vecina a la mía, en esta vereda sin alas ni ambages retozaba la infancia jugando gambetas, persiguiendo brujitas, ahuyentando espantos, cazando ilusiones, y elevando cometas al frío paisaje de bruma y de viento.

Criaturas olvidadas hasta del cielo mismo fuimos, fatigado enjambre de inquietas abejas paramunas, almas abandonadas al azar de los andares. Pero no debo decir estas cosas. Las conoces más que yo. Excepto que a mí, a mí me llevaron las furias de un destino falaz, y a tí, a tí te sembraron tus sueños, aquí, ¡Si lo sabe Dios! en éste tu fuero poblado de haberes.

Pero,hay más, Ricardo.Más de mí... Recorrí los caminos del mundo, amé y odié. Perdí y gané. De todas las cosas un poco aprendí. Pasaron los años y el tiempo letal, crecieron frutos por todos los rumbos, y después de todo,solo con fuerzas quedé para volver, viejo, cansado y frugal; éste que veis aquí, amigo Ricardo, ¡Yo... soy Aquel!

Vengo sin nada...¡No! Miento. Todo lo tengo aquí. Mi pueblo, este pueblo pequeño, mi casa, bueno,la que fue, pero... el recuerdo, la campiña, el reflejo de cielo que aquí tiene tanta calma, tu cara que jamás olvidé, y éste rincón ameno... todo lo llevo en el alma.

Te pido abrigo por unos días. Buscaré luego un albergue vecino y un pequeño cultivo. Mi fardo? Recuerdos, solo recuerdos. Lo demás se quedó en el camino; lo fui gastando todo, mientras que las canas, bueno, ya llenan de nieve las cumbres del alma.

De mi vida actual, Ricardo? ¡Vaya!...Hoja soy al viento, soy otoño, soy viajero del último verano; los goces, el placer y la gloria los tuve en las manos, me embriagué de locura, de la vid de la holgura pendí, pero, ¡Qué va! todo eso no es más que historia... y sentimiento.

Viajeros solitarios somos todos
LaSoledad del Viaje
mas nunca sin Patria ni Ricardos







Talvez mañana, otro día, quizá nunca, a este lejano lugar verás llegar unos mozos galantes, unas bellas mujeres, unos niños preciosos, un festín de mundos que tú, tú no conoces. Yo te diré con orgullo que son mis hijos, después, si lo sabré yo, partirán y jamás volverán. Yo me quedaré tranquilo porque la vida es así. Aprendí a tomarla de frente; los goces, el placer y la gloria los tuve en las manos, me embriagué de locura, de la vid de la holgura pendí, pero, ¡Qué va!... todo eso no es más que historia.

Quiero sentarme en las tardes a platicar contigo cosas viejas, descorrer el velo del tiempo, recrear imágenes sonrientes de aquellos que se fueron, de nosotros mismos repasar consejas, recordar a Esther... aquella dulce niña vecina de tu ilusión y de la mía, musa virgen, novia de un instante, ¡Oh.la fiebre aquella matutina, los pálidos desvelos, tantos sueños, tan precoz olvido...!

¿Sabes Ricardo? Siempre tuve envidia de ti. De tu jardín de almendros. De tu casona paterna. De tu sencillez de campesino bueno. De tu noble ambición de hortelano. De tu mundo, de aquí al pueblo. De tu vida serena y de esa paz eterna de abuelo que te asoma a la cara, y...de ese palpitar de tu alma, tan humano.

Mira lo mío.Tan diferente. Me siento inquieto y profundamente extraño. Siendo este mi nativo suelo, no lo es. Siendo tú mi amigo, soy desconocido. Llevo por dentro un profundo desengaño. Quiero ser el que se fue y no alcanzo a ser ni siquiera desdichado. Pero estoy aquí.Te llamo amigo, mi único amigo.Con eso me basta.

Lejos del ruido de la ciudad aquella, lejos de mi soledad acompañada, buscaré contigo la paz de la quebrada, el rumorar del río, la curva de la ermita, el silencioso templo, el noble alar de mi primer escuela, la tierra abonada para la siembra, quizá tardía, de la última semilla de mi fuente en su camino hacia el otoño.

He sabido desprenderme de todo, Ricardo. De todo lo que no me convenía; más por suerte, Ricardo, jamás me desprendí del lazo fuerte que a mi tierra me atraía ni dejé de soñar en esta hora del retorno al pueblo de mi más preciada holgura, lo único real de Aquel que viajara caminos de locura.

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