Consenso Con cierto temor buscamos el consenso entre los pares y los impares. Venimos de los campos en donde hemos
arado entre gramíneas. Nos
urdió la diversidad teñida de genes impredecibles. Por eso consensuar es un arte difícil entre los humanos.
Exige inteligencia, cordura y altruismo. Es decir, un grado de percepción enraizado en movimientos del alma cuando
asume los instantes certeros de la voluntad bien orientada. El inconsciente colectivo oscila entre lo cóncavo y lo convexo generando vibraciones
armónicas. Se extienden en ondas fluctuantes que abrazan desde la profundidad, donde el secreto sale a la luz y nos
reconocemos como el Uno en nosotros. Lo demás es "vanidad de vanidades". La interna presión de lo absoluto busca, como las aguas,
su propio nivel, su belleza y su eternidad. Difícil imaginarlo. Y al imaginarlo lo creamos. Momentos fundacionales son los intentos de orientar
la energía que nos da la existencia y nos configura en el ascenso de lo genuino. Ese lazo invisible que nos contiene y nos conforta.
|
Tarde en Península Valdés Los acantilados agregan inmovilidad al paisaje.
Trucos, canastas patagónicas, dados, se trenzan en una trama de gritos haciendo catarsis y contrapunto con el golfo.
Sin pérdidas ni ganancias más que el tiempo ocupado o el laboreo interrumpido. Sogas, pala, botellas, sombrilla, tanque azul, esquíes, pelota,
media sombra, tabla, perro negro. Desde un punto de vista estos elementos constituyen un hito fundacional desde la casilla
y el grupo itinerante que hace amarras entre el estiradísimo mar y las amesetadas colinas. Desde otro punto de vista
el solitario perro negro observa con sus ojos fijos y sus orejas en estado de alerta. Observa el campo que al amanecer se
dora, mudo, en las ternuras de la luz. La meseta se estira en el mundo de las formas como soga enredada y placentera. Una sombrilla apunta como
flecha acostada, a la pelota azul que aún no comienza su rutina. Ondas radiales pasan por la media sombra y se filtran
en la botella de cerveza con mensajes para el poblador rural que alguien rodará hasta el mar. Los esquíes sueñan
con una ruta de agua tan azul como el tanque de plástico que seguramente vivirá unos cuantos años más. Es evidente que la casilla se ha convertido en
la "Casa central del campamento". Y mucho debe haber trabajado esa pala que descansa con cierta espontaneidad sobre
la arena, bajo los tamariscos y la brisa salada que curte los tamariscos al condimentar el airea que se respira. En este mismo "aquí" pero en
otro "ahora" se anudan sentimientos ambivalentes en un remolino compartido por seres y por cosas. Embebida la barca
del pensamiento navega por el verano y los recuerdos y un halo de sustancias se hace visible y poderoso en la reconstrucción
de los hechos. No sé
exactamente qué cuentas se hacen en el mundo de los vivos, pero sospecho algo de la matemática del universo.
Las formas, las sensaciones, la materia, las asociaciones y los vínculos, los sentimientos, las frecuencias radiales,
la proporción áurea, los instintos deben estar englobados en parecidas ecuaciones que se resuelven solas, se
emparentan y se encienden en la fragua que nos asombra y nos dora como a la meseta los mares. ¡Qué sería de las cosas sin los seres! ¡Qué
sería de los seres sin las cosas! Nos convoca el impulso: lo necesario se hace objeto y aparece Solón
para decirnos:" Las cosas deben estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de las cosas". Paralíticos los esquíes, la pelota,
la sombrilla, sin alguien que los utilice. Inservible la pala, la soga, la botella sin alguien que las necesite. Por ejemplo: un velero no puede cruzar el océano
sin un hombre. Y un hombre no puede cruzar el océano si un velero. De aquí la implicancia entre materia y espíritu. Según como se mire un velero puede ser
una balanza: las jarcias como ejes centrales, proa y popa los dos platillos. Las emociones irían en los platillos,
como en nidos errantes que se exponen al sol. El mar debe ser de agua, pero a veces es de tierra durmiente que alberga o sostiene
recuerdos. Quizá
puedan pesarse los corazones en la barca...Y llegar en esta barca al encuentro faraónico del golfo San José. Milagros Alonso
|