DAVID SANCHEZ JULIAO, CONTADOR DE HISTORIAS... BRUJO DE LA
ORALIDAD
Viene de Columna Anterior >> Adriana Herrera Tellez - Periodista y Escritora- El Nuevo Herald, Miami, Fl.
La historia de David Sánchez Juliao, -- el más grande "contador" del país, tres veces premio nacional de cuento,
una vez premio nacional de libro de cuentos, premio nacional de novela, varias veces aclamado guionista de televisión, y
siempre, sin cuenta, afanado recolector de historias robadas al olvido-- es la de un hombre de alma
transparente capaz de adelgazar su propia voz para permitir que a través de ella hable una tierra
entera y que la memoria no solo recupere el recuerdo, sino el ritmo de su música plagada de
historias.
No es exageración decir que el país entero oyó, rió, lloró, gozó, la historia de "El Flecha",
grabada por David en medio de esa prodigiosa recreación de la literatura oral alrededor de la cual ha
inventado y vivido, airosamente, su propia vida. "Ah, pero cómo no va a nacer un escritor, se
pregunta El, en una casa donde el padre declama las hazañas de Bolívar, la abuela y la bisabuela
cuentan sin cesar mundos que no se tocan sino en el recuento, y la vieja negra Marcelina le repite a
los niños la historia del rey que le pregunta a la bella aldeana: Niña que riega la mata de albahaca,
dime cuántas hojas manda la mata , y ella le responde: Rey que sabe leer y contar, dime cuántas olas
manda el mar -- y noche a noche le despacha - sin saber de dónde viene - el romancero español del
Siglo de Oro?".
Es cierto: El, y el escritor y periodista Enrique Córdoba, cómplices inseparables desde la
infancia, no solo coinciden en que era tanta la magia de su pueblo que para ellos "el mundo es
Lorica grande", y en el trayecto de 60 kilómetros que se extiende desde Lorica y pasa por San
Pelayo, Cereté, Montería y San Bernardo del Viento, se encuentra "el eje de la América Latina que
más escritores ha producido por kilómetro cuadrado": Manuel Zapata Olivella, el narrador de raza
negra más importante del país, autor de El gran Putas; Juan Gossaín, novelista grande aunque
truncado por la fama periodística, Raúll Gómez Jattín, el poeta más frágil e inmenso, sólo comparable
a José Asunción Silva -, José Luis Garcés, reconocido cuentista, creador de la cátedra de "Sinualogía",
y Soad Lois, poeta y narradora, para sólo mencionar algunos de los nacidos en esa tierra donde el
sociólogo Orlando Fals Borda desentrañó claves de la historia nacional.
David se enorgullece de la grandeza literaria costeña, que no puede entenderse sin el olor
marino de las calles, sin el aire salobre del tiempo y el espacio; sin el habla, que a diferencia de la
que se oye en las tierras del interior, no distingue acentos de clase-- "El lustrabotas o embolador
habla de la misma manera que el presidente del club más elegante" --y por encima de todo, sin esa
música que está presente en todo cuanto existe en el Caribe: es cumbé, merecumbé, merengue,
vallenato, porro, cumbia, mapalé, y es arrullo o desenfreno, carnaval, exaltación, estallido en un
vórtice que ha producido el color las pinturas de Alejandro Obregón y las novelas musicales de
David, tan distantes del recato bogotano que mira con desdén todo ese paroxismo y se niega a bailar
"esa merienda de negros", como dijo un ilustre bogotano, y tan llenas, en cambio, de las leyendas de
Alejo Durán, de El Pachanga, de la vibración de las serenatas de Pachito Eché y de la vida alrededor
de "las radiolas alocadas por el popurrí", o de los ritos eternos de las fecundaciones
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Una Nueva Jornada Americana |
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del Mago de la Oralidad |
Hay un hecho innegable: en tanto en Colombia los intelectuales de las zonas andinas miraron
siempre hacia Europa, el Caribe se afianzó en sus raícess ancestrales, en el relato inmemorial de sus
fundaciones, en la voz de las abuelas y de las ceibas, y de los acordeones, y las flautas, y...la
literatura de David Sánchez Juliao, particularmente, recoge el lamento, el canto, el recuento de
generaciones acostumbradas a cifrar la realidad en claves musicales (lo oral se transmite siempre
así). En Èl confluyen lo que llama "historias en busca de un autor" o "almas ansiosas de encontrar
quién las cuente", bajo el ritmo de las inagotables historias musicales del Caribe.
El hecho de que Gabriel García Márquez escribiera Cien años de Sledad, no deja de ser
una maldiciÛón para la costa: su pluma se hizo dueña de una realidad tanto más antigua y extensa que
el narrador que pareció haberla inventado. Pero el realismo mágico no pertenece a un solo hombre,
ni la saga de generaciones puede identificarse con su rúbrica. Hay, sí, una Remedios la Bella que
existe para siempre en nuestra memoria; pero sobre todo, hay una tierra mágica en donde es
imposible no relatar el asombro de las generaciones dispuestas a la locura del amor o al umbral
mágico de la música. Y hay, en la pluma de David Sánchez Juliao una memoria imprescindible para el
Caribe: en sus páginas esa trilogía de novelas musicales como: Pero sigo siendo el Rey, Mi
sangre aunque plebeya, y Danza de redención- la gente puede seguir el rastro de Simón Laza,
el Hombre Caimán, la ruta de la Piragua de Cubillos, la danza de María Cayena, cuya muerte trae al
pueblo de nuevo la lluvia, la historia del sacrificio de Manuelito Carnaval, o los secretos del
acordeón de Enrique Diez, instruido por una serpiente.
Una realidad que no recrea la urbe, que no está contada a ritmo de pop, de vértigo y video-clip, pero que es profunda y poderosa,
antigua como el tambor y cargada de enjalmas. Una realidad que viaja "Calle Arriba" y "Calle Abajo" en
una
comunidad donde todo lo contado tiene algo de embuste, la riqueza de la invención, el algarabío de
una realidad fundada cada vez que de nuevo se cuenta, y, por encima de todo, la soberanía de una
memoria que viaja por los ríos de la tierra y las palabras.
Leer a David Sánchez Juliao es
imprescindible, aunque nadie sea profeta en la tierra de Lorica, no sólo porque es el pionero de un
estilo de literatura susceptible de ser oídaa en discos, vuelta chisme, o porque cambió la historia de la
televisión con novelas como "Pero sigo siendo el rey" y "Gallito RamÌrez" y la que dio la primera
fama a Carlos Vives-, ni porque sea honroso heredero de Flaubert, de Hemingway y Capote o de
Gotysolo y Durrel, sino porque es un inmenso contador de las historias del Caribe, el gran brujo de
la oralidad.
Nota de la Redacción: Bienvenido David...noble viajero de las letras...En esta hora de rugir
de cañones, una voz como la tuya, debe sonar como campana madrugadora
y llegar como mensajera de Paz al desierto de nuestra locura bélica.Joseph Berolo-Editor
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ADRIANA HERRERA TELLEZ- Escritora y Periodista- El Nuevo Herald
En el Caribe la literatura se nutre de la fuente original de los textos primeros en la historia del
mundo: la oralidad. Sin ella no habría existido ese poeta ciego que contó las fieras batallas entre
ciudades invadidas para recobrar a una mujer hermosa; ni la épica de Tenochtitlán sitiada; ni los
relatos de cada juglar que hablaba por la boca de muchos hombres, y tampoco los inagotables relatos
que viajaron de Castilla al húmedo Caribe en barcos esclavos y se fundieron con los poemas de las
creaciones indÌgenas, y con el recuento de universos culturales distintos que primero se repelieron
y luego se abrazaron para formar todo un río de palabras rítmicas que viaja y se ensancha de
generación en generación, en noches arrulladas por las nanas de esa tierra donde se confunden
continentes y pieles y acentos y el tiempo se mece en una hamaca, y el amor está adherido a la música
que brota de las aguas de ríos atestados de caimanes, o se levanta de entre todos los vientos, del seco
ulular de las sabanas plagadas de espantos, a la tibia brisa que agita las palmas sobre las oleadas
rÌtmicas del mar
En esa costa que abarca islas y puntas desérticas, bancos y hondonadas, está el Sinú colombiano,
donde todos son "hijos de padres pioneros, madres narradoras y nanas negras", y donde es casi
imposible no "decir" literatura, aunque no se sepa que aquel interminable rememorar de rondas
negras, cantos de vaquería, cuentos del tÌo conejo- es lo que es.
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