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 EL CONCLAVE DE LOS SAPOS
                        Lectura para niños   PIEDAD ROMO LEROUX 
   La mañana espléndida,
                     asomaba arropada por la tibieza del sol; el otero cercano empinaba su lindero arrastrando entre hierbajos y piedrecillas las
                     huellas de viejas mulas que cargaban en sus lomos hatos de leñas que servirían para el fuego de las casuchas
                     que se alzaban entre guayabales y mangales aromando escandalosamente los riachuelos y pantanos desbordados en ese invierno,
                     pues las lluvias caían incesantemente no dando tregua a los pocos habitantes del recinto, "Caña Brava",
                     quienes vivían de la pesca y de la siembra de frutales y legumbres.       Como decíamos la mañana era espléndida,  un ligero rocío empañaba con
                     sus cristales loa helechos y culantrillos que ruborizados se alzaban bordeando  la charca y el camino sinuoso que llevaba
                     al otero; de pronto un chirrido estremeció el aire, de entre los hierbajos asoma una cabeza ancha con los ojillos pícaros
                     y saltones de Don Manolo sapo, su cuerpo robusto con tono verdoso amarillento se abre paso entre los arbustos cercanos a la
                     charca rebosante de lechuguines en donde habita con su prole, Aleja, su mujer, Manolín el mayor de sus hijos, Griselda
                     su ranita engreída y un sin número de larvas, que pronto se convertirían en renacuajos y en más
                     bocas que mantener. 
 Siempre
                     atento al entorno, con gran destreza saca su lengua larga y pegajosa y atrapa a una mosca en un santiamén, esa y otras
                     hormiguillas y gusanillos serán su desayuno en esta mañana invernal; dando pequeños, pero certeros brincos,
                     escaló al pie del otero, desde allí vigilaría todo el paisaje y sin lugar a dudas podría cautivar
                     con su graciosa elegancia y elocuencia a todos aquellos que estaban convocados a esta reunión urgente, con el propósito
                     de postularse para diputado a la Asamblea Nacional; ya nombrado cosa que no ponía en duda alguna, se encargaría
                     de reivindicar a los suyos quienes en los últimos años habían sido objeto de desprecios, de incalificables
                     humillaciones solo por el hecho de ser sapos... bueno y ranas; las hembras también fueron menospreciadas, tildadas
                     de feas, de saltarinas de poza en poza, infieles y muchos otros epítetos ofensivos, que por respeto a los lectores
                     me niego a repetir; cavilaba Don Manolo sapo y oteaba con sus ojillos saltones la inmensidad del campo, desde donde los olores
                     de los frutales aromaban hasta emborrachar con su fragancia todo el espacio; apresuradamente los saltos chapoteaban en los
                     charcos y se multiplicaban y lo que apenas unos minutos antes eran ruidos y sombras se transformaban en sapos y ranas, todos
                     al unísono se congregaban en la planicie para asistir a la convocatoria de Don Manolo. 
 La mañana despuntaba espléndida, daba la impresión que ningún
                     chubasco empañaría la reunión; debo decir que el tal Don Manolo tenía fama de manejar la palabra
                     con tal propiedad que convencía a propios y extraños con su convincente labia; al momento preciso el orador
                     se alzó sobre sus ancas traseras y desorbitando más sus vidriosos y saltones ojos se encaró con la multitud:
                     _ compañeros que junto a mí sabemos de los múltiples engaños que durante tantos años, (perdón,
                     todo lo que converso me sale en verso), prosigo, nos han mentido con sus promesas de hacer mejoras en nuestra charca, limpiándola
                     y mejorando todos los alrededores, pero no hemos obtenido nada de lo ofrecido; ¡palabras y solo palabras, promesas y
                     solo promesas! Los
                     ojos parecían salirse de sus orbitas; tomó aire y prosiguió, yo le daré cumplimiento a todos sus
                     reclamos; los aplausos atronaron el espacio; Don Manolo pidió calma y continúo _ este puesto de senador no es
                     fácil, es verdaderamente un oficio que conlleva innumerables sacrificios y hasta podría decir que riesgos y
                     peligros, me juego en esta Cámara el pellejo, pero enfrentaré todos los malos tragos, y aquí hizo una
                     pausa, tomó aire, alzó aún más la voz y prosiguió, _ con tal de servir a mis coterráneos;
                     los aplausos atronaron el espacio; _ calma, calma, llevaré la voz de los sin voz, la palabra de los sin palabra, la
                     lengua de los sin lengua y lograré que nuestra comuna alcance todo lo que por derecho propio se merece; lo único
                     que les pido es que en las próximas elecciones del domingo, las urnas se rebosen con los votos con mi nombre; nuevamente
                     los aplausos interrumpieron el discurso; todos esperaban estas palabras prometedoras que de alguna manera les daban nuevas
                     esperanzas; habían pasado muchos años de engaños por parte de los que llegaban al poder, no querían
                     derrumbarse y perder la posibilidad de un representante que poseía el don de la palabra y que por vez primera no los
                     traicionaría, querían creer en él, pues era el hombre, digo, el sapo más idóneo de los
                     últimos años; los gritos llenos de esperanza se multiplicaban en el espacio infinito; _ ¡viva Don Manolo!,
                     ¡viva la Charca! ¡Viva el Recinto de Caña Brava!, ¡qué algarabía, qué bullicio,
                     qué estruendosos aplausos! . - Todos pero todos estamos comprometidos con el progreso y las mejoras de nuestra Charca
                     y yo lo único que haré es llevar sus reclamos y hacerlos cumplir a la brevedad posible en el Congreso; es mi
                     palabra comprometida y la haré cumplir ¡os lo juro! Así estaban las cosas, poco a poco los sapos, las
                     ranas, los renacuajos, fueron dispersándose, Don Manolo puso sus cuatro ancas en el suelo y dando brincos de alegría,
                     silbando la canción de moda, "Despacito", tomó el camino de regreso a su charca.
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