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JOSEPH BEROLO RAMOS:
ESE OJO AVIZOR QUE NO LE HACE CONCESIONES A LA NOCHE.
SU NOVELA HISTORICA: LOS FANTASMAS DEL TEQUENDAMA
Por Carlos Garrido Chalén

El gran estratega chino Zun Tzu, decía que quien conoce el arte del acercamiento (directo e indirecto) y de la maniobra, tiene asegurada la victoria; y le hacía eco a Takeda Shingen, que aconsejaba "Cuando acampes, hazlo tan rápido como el viento; en la marcha reposada sé majestuoso como un bosque; en el ataque y el saqueo, como un incendio; cuando te detengas, permanece firme como una montaña. Insondable como las nubes, muévete como un trueno". Y lo traigo a colación, porque eso mismo es vital para trascender dentro de la literatura, como imprescindible, de otro lado, es acreditar entrega y consecuencia: ese albor de sabia nutriente que crece en los nogales, y mueve e impulsa, sin excepción, para que puedan volar, todas las aves del Cielo.

Pero cualquiera no escribe una novela histórica. No porque haya perdido en este siglo, la inmensa vitalidad que tuvo como sub género narrativo en el romanticismo del siglo XIX, a través del escocés Walter Scott (1771-1832), con su "Waverley" (1814), el norteamericano james Fenimore Cooper (1789- 1851), con "El último mohicano" (1826); y los franceses Alferd de Vigny (1797-1863), autor de "Cinq-mars" (1826), Víctor Hugo "Nuestra Señora de París" y Alexandre Dumas (padre) "Los tres mosqueteros", sino porque exige una suerte de búsqueda más minuciosa y deliberadamente racional de los datos y acontecimientos que se narran, sin que eso signifique abdicar de la imaginación.


Ese aire socio político investigativo, ese mirar hacia el pasado para proyectarse hacia el futuro, ese ojo avizor que no entra en concesiones con la noche, que se sumerge en rituales idiomáticos de fe, es el que ha elegido, el gran poeta y escritor colombiano, Joseph Berolo, para escribir su novela "LOS FANTASMAS DEL TEQUENDAMA", como antes, lo hicieron los polacos Józef Ignacy Kraszewski y Aleksander Glowacki (Faraón, en 1897) y, el premio Nóbel Henryk Sienkiewicz, que escribió "A sangre y fuego" (1884),"El diluvio" (1886), "El señor Wolodyjowski" (1888) y su obra maestra "Quo Vadis?" (1896); el italiano Alessandro Manzoni con "I promessi sposi" (o "Los novios"); el alemán Theodor Fontane y su "Antes de la tormenta" (1878); y los rusos Aleksandr Pushkin con "La hija del capitán" (1836) y León Tolstoi (1828-1910) y su "Guerra y paz".


Actuando a la manera de Winston Graham, quien compuso una docena de novelas sobre Cornualles a finales del siglo XVIII, Gustave Flaubert ("Salambô", 1862) o Benito Pérez Galdós con sus "Episodios nacionales"; la finés Mika Waltari ("Sinuhé, el egipcio o Marco, el romano") y Robert Graves, (Yo, Claudio, Claudio y su esposa Mesaina), "Belisario", "Rey Jesús...), Joseph Berolo Ramos, ha conseguido arribar a la plenitud de una obra extraordinaria, escrita con el corazón y el alma, para mostrarnos los interiores multicolores de una historia que sus propios personajes han pintado con las brochas del dolor, de la incomprensión, de la vergüenza, de la venganza, del celo y de la envidia, pero también de la esperanza más incontrastable.

En esa obra, que puede competir en calidad con las novelas de los puertorriqueños Luis López Nieves "El corazón de Voltaire" y Mayra Santos-Febres "Nuestra Señora de la Noche", del cubano Alejo Carpentier (El siglo de las luces o El reino de este mundo, entre otras), del argentino Manuel Mújica Láinez con Bomarzo, El unicornio y El escarabajo, del peruano Mario Vargas Llosa "La fiesta del chivo" y de la chilena Isabel Allende "La casa de los espíritus", Joseph Berolo Ramos oficia, no de nigromante para hablar con las sombras, sino de ángel bienhechor para retro juzgar con aires de plenipotenciario del corazón, las maneras humanas de sus personajes y las costumbres de su país tiznados por el tiempo.

Me hace recordar mucho, no a Mariano José de Larra (1809-1837), que en "El doncel don Enrique el Doliente" compite con "Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar" de José de Espronceda (1808-1842), pero si a Manuel Fernández y González, que escribió con aires de rompedor de estigmas "El cocinero de su Majestad". Más cercano al realismo de Luis Coloma que al de Benito Pérez Galdós o Pío Baroja. Si viviera, José María Merino, diría que tiene su galope, esa magna carrera de galgos que hace resonar las palabras de "La tierra del tiempo perdido". Pero yo digo que antes que eso, el ajuste de miradas, la contemplación heroica, que llevó a Miguel Delibes a escribir "El Hereje".


"Los Fantasmas del Tequendama" recrea su argumento, a partir del asalto guerrillero perpetrado en la madrugada del 6 de Abril de 1929 a un pueblo indefenso llamado Palmarito, situado en el Valle de las Palmas, al oriente de la capital de Colombia, retratando el rostro íntimo del fantasma de la guerra fratricida que ha herido y sangrado de muerte a Colombia desde comienzos del siglo XX.Sin pretender en verdad asumir la novela como un tratado netamente histórico, Joseph Berolo teje con maestría un escenario ambientado a la época de los hechos, de proporciones muy cercanas a la realidad del mundo social, político y religioso de la época; y en ese terreno donde se juegan las más extrañas fichas del sentimiento familiar, social, cristiano y político de sus actores, hace aparecer como un milagro del infierno, a Matilde Cienfuegos. Su furtiva figura escurridiza por el apacible ambiente de la plaza mayor de Palmarito, delata rápidamente la inminente llegada del amanecer de un drama sin precedentes en la historia de ese pueblo. Uno de sus tres hermanos, Amadeo Cienfuegos, Alcalde militar del lugar, es asesinado durante el ataque cumplido por unos cien hombres dirigidos por su propio hermano, Calixto Cienfuegos, el belicoso alcalde civil de un pueblo cercano.


La sangre fraterna derramada ese día correría por las calles de Palmarito y el cauce formado a su paso se engrosaría con la de los lugareños y asaltantes caídos por esa causa y seria precursora de muchos otros ríos de sangre brotados de las venas abiertas de miles de colombianos sacrificados desde entonces.Libres del yugo español ciento veinte años atrás, los colombianos no habían podido liberarse del tirano más cruel y vengativo que un pueblo pueda tener cuando se convierte en depredador de su propia libertad y encuentra eco en dirigentes de la calaña de Calixto Cienfuegos.Curiosamente, este hombre en particular tiene a su lado, para bien o para mal, a un hombre santo pero fatídicamente unido a su infame proceder: su otro hermano, Monseñor Simón Tadeo Cienfuegos cura párroco de Palmarito en quien recae la decisión de condenar o perdonar a Calixto y así dar fin o principio a su desmedida ambición política.

Hechas las paces sobre la tumba de su difunto hermano, aparece entre ellos y su pueblo el más esperanzador de los personajes que pueda surgir en cualquier contienda humana: La Paz, descrita en una asombrosa alegoría de proporciones metafísicas, los Cienfuegos y todos los actores del drama vivido, juran sembrarla en todos los rincones de su agitado Valle y lo hacen con tanto esmero y consagración que logran cosechar sus frutos en tal cantidad que les sobra para dar y repartir Paz al mundo entero.Así lograda, se establece entre ellos un paréntesis de calma, chicha obviamente. El acuerdo terminaría siendo menos valioso que el arrugado papel periódico de los edictos donde fue inscrito. Sus garantes serían los instrumentos de su debilitamiento y desaparición. Simón Tadeo con su empeño en mantener su hegemonía política y espiritual sobre sus feligreses; Calixto Cienfuegos, convertido en camaleón para tomarse el poder político del pueblo y la región, y Matilde Cienfuegos con su horrenda capacidad para conspirar contra ellos. Bajo sus oscuros designios, la Paz dejaría de crecer y las consecuencias a sentirse con el advenimiento de peores calamidades nacidas de su diabólico proceder y el no menos infernal de Calixto.

Al igual que muchos de sus homólogos en la política nacional, Calixto Cienfuegos finge arrepentimiento por el crimen cometido y engaña a la sociedad entera que desconoce el alcance de su ambición política."A partir de ese momento, y con la callada aceptación de Simón Tadeo, fue notoria su presencia dominante de la vida de sus contemporáneos confiados en su palabra de líder capaz de conseguir la Paz tan anhelada. Lejos estaban de saber el alcance de sus ambiciones.

 Por su lado, Matilde, esperanzada en ser reconocida y valorada por los servicios que presta a sus engrandecidos hermanos, se prepara para ejercer los derechos que cree merecer, que le son negados por ellos. A su vez, Simón Tadeo impone la justicia divina a quien la infrinja, condenando o perdonando según su criterio de clérigo inclinado a servir causas favorables a la suya. Es así como se crea un nuevo escenario dantesco. Simón Tadeo muere de pena moral a causa de su descarriada hermana Matilde. Su muerte precipita los acontecimientos que habrán de conducir a la muerte política de Calixto Cienfuegos. Matilde, huye hacia su enclave familiar construido siglos atrás y Calixto abandona igualmente del pueblo y desaparece sin dejar rastro alguno de su paradero.


Mientras todo eso sucede, Joseph Berolo con su pluma fulgurante, abre el escenario para permitir la actuación de nuevos personajes cuyo destino será el de cruzarse y enredarse con el de la infame Matilde Cienfuegos. Es el de presentación de la grandiosa inmigración europea hacia América y su impacto en la historia inmediata y futura de Colombia. La privilegiada tierra colombiana recibía por esos años de la década de los 30, el alma, la vida y las esperanzas de los inmigrantes europeos y de otras regiones del mundo en apurada marcha hacia el fabuloso Dorado en la búsqueda de su conquista.Enigmático poderoso y eventualmente trágico es el encuentro de uno de esos inmigrantes con su destino: el de Giuseppe Bresni, un noble y distinguido joven suizo italiano, con Magda de la Rosa, la romántica hija única del hogar de un prestigioso hombre público.

 Predestinados para vivir su amor y por vivirlo, a morir prematuramente y con su muerte condenar al bastardo que procrearon, al más horrendo de los castigos que pueda sufrir ser alguno por el solo hecho de haber nacido. Mío, así llamado por su desventurada madre, llega al mundo bajo la sombra de Matilde Cienfuegos, enigmaticamente convertida en chaperona de su amada Magda. No cuenta aún con unos pocos días de vida, cuando su padre es empujado al suicidio por la  pérfida  Matilde  quien le niega el derecho a vivir para salvar a su amada y a su hijo de la vergüenza y el repudio de la sociedad bogotana. Magda, partiría igualmente unos meses después, dejando en manos de la pérfida Matilde el fruto del trágico romance.  La tenebrosa carga mortal de su conciencia asesina, su frustrada ambición social y política, su fanatismo cristiano aplicado a la búsqueda de bienes materiales, su miserable condición de mujer consumida por el fuego de una agobiante sexualidad insatisfecha, la carencia de toda clase de afecto sentimental incluyendo el de sus padres y el de sus hermanos pese a su deseo de emularlos y servirles, y la más absurda de las circunstancias, la convierte en el tenebroso y trágico personaje, Némesis del  infeliz huérfano condenado a ser el instrumento de sus horrendos designios.


En el horizonte de la época, se levanta y crece el monstruo de la II guerra mundial y sus consecuencias a sentirse en Colombia misma. Su noble capital, Bogotá, ardería un 9 de abril de 1948 y se partiría en dos y sus mitades abismales se verían pobladas de una nueva generación de seres encargados de mantenerla enfrentada a un destino sin final de barbarie social y política sin precedentes en la historia de su existencia soberana. En esa fecha, derrotada por la turba malhechora que estuvo a punto de acabar con el orden social y político de Colombia, y le arrebató a quien ahora proclamaba ser el hijo de sus entrañas, Matilde-- ("Única mujer y último retoño del General Simón Patricio Cienfuegos del Valle y su esposa Doña Justa Montero Méndez, prácticamente ignorada desde su nacimiento por su padre a quien solo le importaron sus hijos Simón Tadeo, Amadeo y Calixto, a quienes educó en máximos saberes culturales y logró ver crecer a su manera de ser de combatiente de mucha andanza, según contaban los conocedores de su historia"),-- se convertiría en una oscura delincuente errante por entre las ruinas de la capital colombiana, en donde se encuentra nuevamente con Calixto Cienfuegos convertido en líder de los incendiarios que quisieron destruirla y con él y sus seguidores se pierde en el misterio selvático de la cordillera oriental en cercanías del escenario de sus pasados crímenes, el Valle de las Palmas.


Joseph Berolo Ramos, con una sabiduría que le viene de sus antepasados,  habiendo conocido y sufrido en carme propia el horror de la tragedia del 9 de abril , recrea en  Mio, alumno como su creador, del Instituto de la Salle de Bogotá,  el carácter noble y  pastriotico de esa noble generación de juventudes de 1948,  y lo convierte en abanderado de su generación, la que fuera entonces responsable de la reconstrucción de los valores morales  de la patria. Es así como Mio  se esmera  igualmente  en la reconstrucción de su propia vida.  Es así como llega a Palmarito  a desempeñarse en su primer empleo en el Banco Agrario de esa población. El destino lo colocaba nuevamente en el camino de Matilde Cienfuegos. Lo que le ocurre a partir de ese horrendo instante de su reencuentro, es sólo comparable con la huida de todos los seres de la tierra que desde la Creación han venido escapando de algo o de alguien.

 Creo con seguridad que estamos ante una obra excepcional por donde se le mire, incluso sin llevar la correlación de los acontecimientos o hacerle un seguimiento secuencial al argumento, lo que, para comprobarlo, me he permitido adrede, desgranar líneas arriba y más abajo. Joseph Berolo Ramos, con "Los Fantasmas del Tequendama", se consagra como un escritor felizmente no del montón, sino de colendas. No por la turbulenta pero atractiva historia que con oficio de desgranador de mazorcas de maíz, ha magistralmente expuesto, sino por el lujo en el trato de un idioma que se prestó para los logros concomitantes de la novela. Maestro en el trato de la palabra, pero sobre todo de la descripción minuciosa de las circunstancias, le ayuda excelentemente su trabajo de poeta. Y entonces juntos: el aeda y el narrador que para ese efecto se unifican, emprenden el conteo, la prédica de una historia rica en sabores y contenidos, que estoy seguro dará mucho que hablar a las distintas generaciones de su país y el mundo.

La novela de Joseph Berolo Ramos inquieta al enemigo, porque sabe que una victoria no se consigue repitiendo tácticas, sino respondiendo a las circunstancias, con una variedad infinita de caminos. Como lo hicieron en su oportunidad Marguerite Yourcenar con "Memorias de Adriano"); Noah Gordon, con "El último judío"; Vaquib Mahfouz con "Ajenatón el hereje" y Umberto Eco con "El nombre de la rosa", entrando con habilidad a una dimensión insospechada, como el viento, como el rayo, como el relámpago, dándole a las palabras el valor y el suspenso exacto, la fuerza necesaria justo ahora que necesitamos de una literatura vital innovadora que nos respalde contra la injusticia, la debacle y la muerte, pero que además cree belleza y tenga la fuerza y la potencia de una ballesta completamente tensa que se lanza como el halcón tras su objetivo.


Carlos Garrido Chalén

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Una Lectura Crítica De La Novela

¨Los Fantasmas Del Tequendama¨

De Joseph Berolo Ramos

Profesora Cristina Montero

A modo de inicio, quisiera enfatizar el subtitulado con el que el mismo autor nos presenta a su obra: ¨¨NOVELA HISTÖRICA¨¨. ¿Por qué lo hago? Porque considero que en él encontraremos muchas claves de acceso para entender su prosa. Sí, su novela es histórica, ya sea que los datos expresados en la misma reflejen fidedignamente paso a paso, episodios reales y comprobables desde la historiografía colombiana, o que los mismos sean narrados como reales enmarcados desde la ficción literaria que toda novela es o constituye.

La consideración expresada en el párrafo anterior, no es menor, ya que inscribe a su obra dentro del realismo literario. Estamos entonces frente a una obra que expone los problemas sociales, en este caso de Colombia ( a quien está dedicada esta novela) ¨¨A mi patria, Colombia¨¨,que son típicos de los pueblos de América Latina: la pobreza, la discriminación entre clases, la reacción frente a las distintas facciones políticas enfrentadas, y al mismo tiempo esta novela realista, es asimismo criollista, dado que desarrolla en su temática, desde su veta realista y hasta a veces naturalista, que conciernen al mundo rural o regional.

Para corroborar lo antedicho, sólo hace falta detenerse en las innumerables y profusas descripciones de lugares, sean citadinos, de los valles, de la selva o de la sabana; de ambientes rurales o de solaz arquitectónico, de vestimenta: desde los militares   , los políticos, la burguesía, hasta los harapientos personajes que pueblan la novela. Esta vigorosidad descriptiva logra el efecto de ¨¨verosimilitud¨¨ que todo relato, inscripto en la vertiente de realismo criollista requiere. Una consideración particular reflejan o expresan estas descripciones: a la manera o el modo de un pintor expresionista, traza los rasgos más definidos de sus personajes sórdidos: Matilde Cienfuegos, su hermano Calixto, la inmensa mayoría trepidante de cadáveres, fruto de alzamientos o enfrentamiento entre hermanos. Otra es...digamos su paleta descriptiva, cuando dibuja con palabras los personajes en los cuales reside la esperanza, veta impresionista, cálida y honda para delinear los perfiles de Mío Bresni, su madre, las figuras de Anita y de Blanquita, para cuya descripción su paleta de escritor adquiere los rasgos impresionistas: puntillosidad, calidez, luces y contrasombras, todo un reservorio de habilidades descriptivas, signadas por el destino, la calidez o calidad de los personajes...QUE SERÁN FRUTO DE LA ESPERANZA, en esta novela.

Desde mi óptica, existe una íntima relación entre las prácticas religiosas realizadas con verdadera piedad y la ESPERANZA   que menciono en el párrafo anterior o para ampliar el concepto existe una clara dicotomía entre los personajes piadosos como Simón Tadeo, Fede, la misma Magda de la Rosa, quien antes de arrojarse por desesperación a las aguas del Tequendama deja a su hijo como legado su crucifijo ¨¨se desprendió de su cadena con el crucifijo latino que colgaba de ella y la puso al cuello del pequeño¨¨pág. 89 (sic), objeto que acompañará a Mío durante toda su vida, y aquéllos cuya profesión de fe, no deja de ser farisaica, poco sincera, ya que la misma no influye en las acciones que ejecutan a lo largo de la novela. Son ellos los  personajes TENEBROSOS de la misma. La misma Matilde, quien desgrana y desgrana las cuentas del rosario, día a día y noche tras noche, cuando pierde el control que sobre su vida ejercía Simón Tadeo,  es la que somete a Mío a sus vejámenes más crueles, desde molerlo a latigazos, hasta intentar vejarlo. No obstante, hay un detalle sumamente revelador. El mismo lo captamos releyendo su muerte :¨¨sus calcinados restos...eran los girones de su chaqueta verde, los sebosos y retorcidos cordones de sus escapularios, el calcinado cuero de sus altas botas negras, repletas de huesos....Un crucifijo del que sólo quedaba el rostro del Redentor, yacía derretido entre las rotas costillas desprendidas de su caja torácica...botín de cuervos¨¨pág.225 (sic), estamos ante un clarísimo símbolo que pareciera decirnos que la crueldad humana cuando desafía y traspasa los límites morales, humanos y  divinos, es objeto de este tipo de consecuencias. Del mismo modo Calixto Cienfuegos, quien es excomulgado por Simón Tadeo, al provocar la muerte de su hermano Amadeo, y posteriormente reconciliado, producto de sus hipocresías y falsedades, será quien continuará asolando las calles bogotanas, la sabana y la selva, siempre en las sombras, como la infamia que merodea al acecho, renuente a la luz.

Cómo no recordar, entonces, entre los muchos vaivenes de la trajinada vida de Mío Bresni, verdadero Lázaro de Tormes, bajo la tutela de Matilde aquellos perfiles con los que en narrador nos lo describe y narra cuando es obligado a aprovisionarse de leche en ¨¨una cantina sin tapa, se va por leche...y ya sabe...derechito por la orilla de la carrilera....hasta que llegue a la Fuente Blanca...y ¡Apúrese! Y cuidadito con derramar el encargo...que si lo hace...es mejor que no vuelva¨¨pág. 137 (sic) Todo un lazarillo de la vida, ante una Matilde que muy bien oficiaba de ciego, como en el Tratado Primero del libro antes citado. Enunciaría además, la presencia absolutamente significante desde la tapa del libro y a lo largo de toda la novela de ciertos signos que remiten a lo divino desde la simbología bíblica: Un cielo denso, repleto de nubarrones, nos habla de qué modo se consolida la vida del hombre en relación con lo divino, ya que de este cielo cuyo contenido teológico representa la morada de Dios, la nube o los nubarrones nos recuerdan que proceden de ellas lo que depende de las acciones de la vida del hombre: la lluvia, el granizo, el rayo o el diluvio destructor, por eso los nubarrones de la carátula del libro que sumergen la tierra en las tinieblas, tienen un efecto sobrecogedor. Asimismo el  fuego que emerge de la casa de El Alto connota lo IMPREVISIBLE, ya que dicho elemento puede actuar como dador, destructor o purificador de la vida, que actúa SIEMPRE como fuerza de la naturaleza, para premiar o castigar la vida de los hombres....Y esto se conecta con lo anteriormente dicho, con respecto a las acciones de los personajes: infames- destructoras o límpidas y sinceras. Desde los peñascos, que podríamos asimilar a monte, donde la figura femenina se ve azotada por los vientos huracanados de su propia alma o de la naturaleza que la circunda, deberíamos mencionar que su significado teológico es el del lugar desde donde Dios se comunicaba con los hombres, el sitio donde lo divino elige para manifestarse o desde donde despliega su actividad, recordemos a Moisés y las Tablas de la Ley, que les son entregadas en el monte Sinaí. Y finalmente el agua, presente en las embravecidas y  torrentosas aguas del Tequendama. El agua es uno de los símbolos arquetípicos pero también dual, es una bendición para el hombre, los cultivos y el ganado, que premia la vida del hombre bien habida o lo castiga en el desierto, por eso la sequía es uno de los grandes castigos bíblicos. Preguntémonos entonces, ¿qué nos está enunciando la tapa de este libro? Creo que cada lector, debe elaborar su propia respuesta...Yo no lo haré para no invadir el rol de los otros receptores o alocutarios de esta obra. SIGUE columna siguiente. 

OPINIONES MENSAJES AL AUTOR Susana Ríbolo (Juglar de Luz y Lorca)
 Los "Fantasmas" me intrigaron un día cuando sobre la mesa de Ime Biasonni yacía el libro que llevaba el nombre Los Fantasmas de Tequendama. Además del título (sugerente), era de tu autoría. Así fue que comencé mi diálogo con ellos. Leí la novela de un tirón, como suele decirse. No pude dejar de ir averiguando y conociendo el espacio geográfico donde se desarrollaba, así que es mérito de ella la admiración por esa tierra que despertó en mí. Colombia, ya no será pronunciado de igual manera por mis labios ni será igual la imagen que mi mente dibuje al hacerlo. También investigué sobre los episodios históricos narrados y he pensado mucho cuando el narrador dice:

"Dejaban una ciudad y una patria transformada por el magnicidio y sus consecuencias. Colombia no volvería a sentirsesegura de que lo sucedido no tocaría nuevamente a las puertas de su hasta entonces relativa paz y holgura. Siempre estaría temerosa de verlos regresar, más violentos y vengativos que nunca."Por todo lo que la historia tiene de cíclico, por toda la importancia quem tiene lo que los pueblos viven (construyen) y sus consecuencias en el futuro de ellos mismos. Fantasmas al acecho. Para referirme a tu manera de escribir diré que es muy amena. Me gustaron las descripciones y esa idea de incluir los diálogos en la estructura de la prosa, sin distinguirlos sobre todo cuando omites también los verbos declarativos. Le has dado un final feliz que llega a los sentimientos aflora de piel. "No sé" si eso es tan bueno.Finalmente te diré que he gustado de la lectura. He viajado, he sufrido, he sonreído, conocí algo más de un pueblo amigo, se movieron mis espacios sensibles...disfruté de la palabra. ¡Gracias amigo Joseph!
hasta siempre! Susana Ríbolo (Juglar de Luz y Lorca)

*Ime Biassoni. Poetisa y Escritora Argentina.

LOS FANTASMAS DEL TEQUENDAMA Escribir un libro es siempre abrir los imaginarios personales a los demás, dejar entrever el universo de significaciones que nos pertenecen y que, puestas en el texto, pasan a conectarse con quien lo lee , lo degusta e interpreta según sus inclinaciones literarias o temas preferentes. Además, los escritores se expresan en un aquí y un ahora, contextualizados en su propia cultura, modos y cosmovisiones de su realidad circundante y sus proyecciones simbólicas y emocionales. En tal sentido, Los Fantasmas del Tequendama  o El Hijo de Matilde, nos permite acceder a esas posibilidades de diálogo con su autor, Joseph Berolo y la temática narrada desde su singular mirada y abordaje, realista y ficcional al mismo tiempo, obra que despierta el interés del lector quien participa en la co-construcción de interpretaciones múltiples . Dra. Prof. Irene Mercedes Aguirre. Docente e Investigadora, Escritora y Crítica de Arte universitaria. Buenos Aires, Argentina

Joseph Berolo Ramos, ha conseguido arribar a la plenitud de una obra extraordinaria, escrita con el corazón y el alma, para mostrarnos los interiores multicolores de una historia que sus propios personajes han pintado con las brochas del dolor, de la incomprensión, de la vergüenza, de la venganza, del celo y de la envidia, pero también de la esperanza más incontrastable.
Carlos Garrido Chalén, Perú
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“El Hijo de Matilde” es una de esas obras que hechizan desde la primera página. El vértigo arrollador de las secuencias relatadas tiene el misterio de un realismo mágico que se apoya en los hechos sucedidos, pero nunca olvida el sortilegio de lo absurdo mezclado con la magia cotidiana. Y así, desde el comienzo… contemplamos el extraño ritual de un personaje que espera el alba, enancado en la estatua de Simón Bolívar que se destaca en la plaza mayor de Palmarito, un pueblo colombiano al oriente de Bogotá. Año 1930… Matilde Cienfuegos… Personaje feroz, verdadero clon de Macchiavello, endemoniada mujer que deja a su paso una estela de tragedias y dolores que envuelve y transforma la vida de los demás personajes, de quienes mueve los hilos de sus destinos, cual si fueran débiles marionetas en sus enloquecidas manos. Graciela Nasif. Argentina
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El hijo de Matilde, es a la vez, una obra bella y violenta. ¡Vaya paradoja! En sus páginas han quedado plasmados trances individuales e íntimos, paralelos a la desolación de un país –Colombia- consumido por los odios partidistas del siglo XX. El marco histórico es auténtico y verificable; de ahí la rigurosidad que descubre el lector versado en los ambientes y en muchos acontecimientos descritos; de ahí, también, la duda que surge sobre la legitimidad de los personajes, que ficticios o auténticos tienen, de todos modos, todos los trazos de la realidad.
Luis María Murillo Sarmiento, Colombia
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Lo asombroso y particular, sui generis del pueblo colombiano, es la capacidad que tiene para pasar de la violencia, la desgracia, la amargura, el infortunio, al jolgorio, a lo folclórico, a la calma, a la cotidianidad, a lo doméstico. El pueblo de Palmarito, no es ajeno a esta condición. “Pese a los nueve días de duelo decretados oficialmente durante la toma de posesión de Calixto Cienfuegos como alcalde de Palmarito, que tuvo lugar mientras se cumplía el enterramiento de su hermano, los palmeños regresaron a lo cotidiano de sus vidas, el mismo día de los funerales de Amadeo”. Libardo Campos Gómez. Colombia
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El Hijo de Matilde llegará al corazón de quienes aman las letras porque lleva en su esencia el contenido más significativo de la historia colombiana.
Ady Yagur. Argentina. Israel
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El Hijo de Matilde, la novela real y fantasmagórica de Joseph Berolo, llega a nuestras cumbres andinas con hielo y fuego para desentrañar verdades y misterios, para escrutar la deseada identidad de nuestros pueblos, bajando hasta los más profundos abismos de la condición humana y elevándose a las sublimes delicias del amor que redime.
Agustina Ospina de Sánchez. Colombia
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El Hijo de Matilde es una pieza lírica maravillosa donde el paisaje, el dolor, los recuerdos, el amor familiar, el amor de patria y el desgarramiento de la huída se mezclan con una donosura comparable al entrevero que forma el río caudaloso cuando bajo el sol y la luna va rielando las historias vividas a lo largo de su cauce.
Silvio Vásquez Guzmán. Colombia

Quien no es conocedor de la realidad histórica de los hechos narrados en “El Hijo de Matilde”, no podrá decir si son referidos con total veracidad o no, pero seguramente no le deja margen a la fantasía. Hasta la presencia misma de los fantasmas se hace lógica en determinadas partes del relato. Marta Golunbeko Ferreyra. Argentina.


TODO TITULO SUBRAYADO ES VÍNCULO A LA PÁGINA CORRESPONDIENTE 

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"Los Fantasmas del Tequendama" o EL HIJO DE MATILDE, recrea su argumento, a partir del asalto guerrillero perpetrado en la madrugada del 6 de Abril de 1929 a un pueblo indefenso llamado Palmarito, situado en el Valle de las Palmas, al oriente de la capital de Colombia, retratando el rostro íntimo del fantasma de la guerra fratricida que ha herido y sangrado de muerte a Colombia desde comienzos del siglo XX.Sin pretender en verdad asumir la novela como un tratado netamente histórico, Joseph Berolo teje con maestría un escenario ambientado a la época de los hechos, de proporciones muy cercanas a la realidad del mundo social, político y religioso de la época; y en ese terreno donde se juegan las más extrañas fichas del sentimiento familiar, social, cristiano y político de sus actores, hace aparecer como un milagro del infierno, a Matilde Cienfuegos. Su furtiva figura escurridiza por el apacible ambiente de la plaza mayor de Palmarito, delata rápidamente la inminente llegada del amanecer de un drama sin precedentes en la historia de ese pueblo. Uno de sus tres hermanos, Amadeo Cienfuegos, Alcalde militar del lugar, es asesinado durante el ataque cumplido por unos cien hombres dirigidos por su propio hermano, Calixto Cienfuegos, el belicoso alcalde civil de un pueblo cercano.Continúa Ebbok URL https://www.amazon.com/dp/B007M2T4C4




Los Fantasmas del Tequendama

Joseph Berolo$ 32.900,00 (sin evaluación)

IMPRESIONES SOBRE "LOS FANTASMAS DEL TEQUENDAMA"
Luis María Murillo Sarmiento
Médico Cirujano, Poeta y Escritor Colombiano
Aún inédita, ha llegado a mis manos una bella obra literaria, "Los fantasmas del Tequendama", novela de un aquilatado poeta: Joseph Berolo Ramos.Con trazos de epopeya, grandilocuente y poética, la novela discurre por un sendero aciago, de abatimiento constante, de personajes condenados a un inquietante destino, de protagonistas que sin un forzoso vínculo biológico se van heredando un sino trágico en el siglo de historia relatada. ---La incursión del escritor en la azarosa vida del país y de los protagonistas de la obra, va estampando en las páginas de la novela la sensación agridulce que enlaza con la fatalidad y la tristeza los instantes de la esquiva ventura y la perennidad de la esperanza. ---Hubiese bastado la simple descripción de los hechos para lograr una apreciable novela, pero el libro, a semejanza de su autor, se esmera en conseguir lo inmejorable. De tal manera que el aporte psicológico en la concepción de los personajes, y el genio literario que teje el argumento, son otras de sus destacadas virtudes. Entre imágenes de belleza incomparable surge una trama que indefectiblemente atrapa al lector. Son constantes el sobresalto, el suspenso, la intriga, la tensión y la desazón en pos del desenlace. ...La obra es a la vez, bella y violenta. ¡Vaya paradoja! En sus páginas han quedado plasmados trances individuales e íntimos, paralelos a la desolación de un país -Colombia- consumido por lo odios partidistas del siglo XX. Episodios como el "9 de abril" y la violencia en los campos, admirablemente retratados, quedan allí consignados, al lado del odio personal -por otras causas- y la saña inexplicable.--La historia no es en "Los fantasmas del Tequendama " una mera ocurrencia, ni un simple elemento de ambientación. No, la historia es la obra misma. El marco histórico es auténtico y verificable; de ahí la rigurosidad que descubre el lector versado en los ambientes y en muchos aconteciimientos de la época. 

categoría: Novela
número/año de edición: 1/2012
etiquetas: simón bolívar,  los cienfuegoss,  barranquilla,  9 de abril de 1948,  jorge eliécer gaitán,  gran río de la magdalena,  mio bresni,    
número de páginas: 362
ISBN: 978-958-44-8170-2
editorial: edición del autor
formato: 14 x 21 cm (con solapa), Rústico (pegado) 
interior: Papel Blanco 75 Grs, Blanco y Negro 

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Viene . Es asimismo una novela, cuyo ciclo narrativo, la habilita ampliamente para ser objeto de filmografía, con lo cual afirmo que, el puntillismo descriptivo, no hace mella en la evolución de los hechos que son narrados casi sin aliento, por un narrador omnisciente, en tercera persona, en la casi totalidad de la obra, que sólo cambia de voz narrativa, para asumir la primera persona del singular, cuando en la vida de Mío Bresni, aparece su amigo, Fede. Merecen también una especial atención las fechas que utiliza el narrador: la profusión de hechos signados por los 24 de diciembre o i1 de enero, creo que son rutas de acceso posibles para la comprensión de los sucesos, ya que ambas aluden a la vida nueva como Natividad o comienzo de un nuevo año...

Un dato ineludible lo constituye, según mi mirada, su dedicatoria: ¨¨A mi patria, Colombia¨¨. Pensemos entonces en la acentuación de la palabra patria, que se antepone a su nombre, ya que PATRIA deviene de PADRE en latín...y es justamente este dato no menor, el que nos brinda una interesante clave de acceso para interpretar esta obra.

Son muchos los padres ausentes en ella, muchos también los que con su presencia- ausente, determinan la psicología de los personajes. El padre de Matilde Cienfuegos ¨¨única hija y último retoño de Simón Patricio Cienfuegos......prácticamente ignorada por su progenitor a quien sólo le importaban sus hijos varones¨¨. Este personaje, Matilde, crece sin ni siquiera ser reconocida por su padre al verla, transformándose a lo largo de su vida, en la mujer que vive a la sombra de sus hermanos varones, hasta la muerte de Simón Tadeo, cuya desaparición potenciará más aún sus rasgos fantasmagóricos y demoníacos. Y he aquí un maravilloso ejemplo de naturalismo literario.

Este personaje no puede escapar de su destino, porque lleva en la sangre, inscripto ya, el fantasma o los fantasmas de las ausencias, las pérdidas, las carencias con las que tendrá que sobrevivir toda su vida (incluso de su vida como mujer, hembra deseosa de lujuria, a la que nunca nadie se le acercara ni siquiera para rozarla con una caricia.)¨¨Si algo de lo ocurrido, realizado con descarado remilgo, como cualquier mujerzuela, debió ocurrir en algún paraje boscoso de los cerros, con un solo testigo. Su mal juzgada conducta estaba lejos de ser lo que parecía¨¨. Pág. 53. (sic)

Y es Mío Bresni, el personaje que, por antonomasia, sufre la ausencia de su padre: Giuseppe Bresni, y tras la muerte de su madre Magda de la Rosa, la orfandad que signará su vida. Especial consideración creo que merece el perfil femenino de Magda, ya que la misma, está en las antípodas de Matilde Cienfuegos: ¨¨alta, delgada, su rostro irradiaba bondad y ternura presente en su continente alabastrino, esbelto y sin artificio alguno. Prudente, callada, su encanto interior de mujer en flor se asomaba a sus labios naturales, levemente abiertos. ¨¨pág. 68 (sic)

Y es también Mío Bresni, cuyo nombre es absolutamente simbólico... ¡Tu hijo!, se llama Mío, como te llamo a ti porque lo eres para siempre. Tú mi única pasión, tú mi tormentoso rayo, mi permanente herida, bálsamo negado.¨¨son las palabras con las que Magda explica al padre de su hijo, la elección de su nombre. (pág. 80. Sic), y el narrador afirma posteriormente ¨¨era su propia lucha personal (en referencia a Matilde) Era la que libraba en nombre de Mío, la verdadera razónpor la que aún vivía, tratando de recuperarlo. Mío significaba todo lo que ella quería hacer con su miserable vida de mujer estéril atosigada por la aridez del vientre y el estertor de su sexo atrofiado por la decadencia del ser.¨¨pág. 174 (sic)

Bajo las consideraciones anteriores, entramos de lleno en el plano materno, porque si bien los avatares políticos y sociales de Colombia, son los que expulsan a Mío, a su esposa y a su hijo de la patria: ¨¨ ¡Ah! al Tequendama y sus fantasmas. Como no he podido librarme del horror de su abismo, tendré que regresar para lograrlo. ¡Hasta pronto mi Colombia amada! ¡Hasta pronto! escribe Mío en su diario ya en el avión que lo depositará en tierra extranjera. (pág 269) (sic). Y menciono el símbolo materno, ya que es el mismo narrador quien utiliza expresiones que remiten al mismo, ya sea para referirse a su patria como ¨¨cuna de sus infamias¨¨ en las que continúa existiendo la presencia de Calixto Cienfuegos, amenazante, ya no sobre Palmarito, sino sobre la nación entera .pág. 270 o bien a la costa americana como ¨¨enfilado hacia el hueco negro de la noche¨¨ para referirse al mundo desconocido que lo espera, o ¨¨el vientre de la nave preñado de sustos, pero en calma¨¨ pág. 271 (sic) o ¨¨Eran las 10 de la noche del 30 de junio de 1957, momentos de engendros transformadores de mundos por venir¨¨. Pág.272 ( sic).

Y es justamente esta partida de Mío junto a su familia, la que inscribe a esta novela en la categoría de saga literaria, ya que abarca al menos a dos o más generaciones, cuya vida nos es expuesta, con la salvedad, de que este narrador omnisciente y omnímodo, narra las dos primeras generaciones, de cuyas vidas y destinos nos tiene absolutamente al tanto. No ocurre lo mismo con la tercera generación: la de Mío Segundo, cuyos avatares en tierra extranjera no nos son brindados, es más, es Fede quien sufre la ausencia de remitente en las cartas de Mío, y es su larga espera, la que culmina con un brillante final abierto, cuando cree ver o realmente ve el retorno de Mío Segundo, con un acento extraño, y de último avanzando lentamente por el sendero trazado por sus predecesores, ¡Mío Bresni! Pág. 280 (sic).

Y digo final abierto, porque cada lector completará ese final, como ilusorio, irreal ( ya que avanza escoltado por Francisco de Asís, Santa Rita de Casia) y otros personajes reales en la vida de los protagonistas. O realísimo, ya que sobre ello el narrador no se expide, y sí se ocupa de epilogar la novela narrando en la voz narradora de Mío Segundo¨¨ el encuentro más feliz jamás visto, por quien esto escribe¨¨, ¨¨porque tenemos toda la vida que Dios nos conceda para recordar lo que nos sucedió, cuando partimos hacia la más profunda de todas las soledades, la extranjera¨¨, para concluir enfáticamente con su ¨¨¡De regreso a la Vida!¨¨Profesora Cristina Montero Rosario- Santa Fe- Argentina.

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Al decir del Jurij Tynianov (Theories de la littèrature. Paris, Aux Editions du Senil 1965)... "cada obra de arte representa la interacción compleja de numerosos factores", sólo mediante una integración de los más importantes criterios de acceso se logrará el más amplio despliegue de los componentes y, por ende, el más profundo conocimiento de la obra".
Raúl H. Castagnino
Bs. As.. Agosto., 1974

2011. Octubre colombiano, florecido en paletas de aromados pétalos multicolores, bañado sutilmente en fresca lluvia, gotas cristalinas navegantes... descendidas de los cielos, audaces visitantes de las mojadas enaguas que revisten las veredas, de la Bogotá antigua, de la cosmopolita ciudad actual Nos deslizamos entre las callejuelas que nos cobijaron un día entero, nosotros... el autor y su analista, el amigo y la amiga... los admiradores devotos de tiempos inmemoriales, impregnados del misterio de La Candelaria, rastreadores de un pasado histórico plasmado en cada moldura, en cada desnivel de su empedrado, adentrados en los recovecos escondidos de una ciudad que atesora la magia literaria, de la trama de esta historia.
Mi privilegio, y reconozco que a pocos les ha sido dado tanto, en un solo día de mutua compañía... fue conocer, paso a paso, con la guía sabia del autor, todos los lugares por donde transitaron los personajes que encontramos en esta novela. Saqué fotos, escuché una y otra vez las vicisitudes de la vida de los personajes... el cómo... el cuándo y el por qué, de cada suceso narrado. También el dónde y con quién...y sin darnos cuenta... de pronto nos convertimos en dos personajes más, capturados por el realismo mágico que nuestro paseo acentuaba.

Conocí pues, "in situ" el escenario donde transcurre la trama de esta novela histórica llevada adelante por un poeta de valía internacional, el eximio Poeta y Escritor Joseph Berolo; por tanto, considero que esta situación de privilegio, facilitará mi tarea respecto de su análisis literario; retratando al pasar al creador de "Los Fantasmas del Tequendama", a quien hoy presento a través de su obra, reflejando con su espejo de palabras y absoluta maestría, la sociedad colombiana en uno de sus más críticos momentos político-sociales.

Del brazo de Joseph recorrimos la Bogotá de hoy, entrando por la puerta entornada del pasado. Allí me extasié contemplando la Casa del Florero, mientras mi amigo desgranaba la historia sucedida entre sus vetustas paredes. Me emocioné ante la magnificencia lustrada por el paso del tiempo de su Catedral, con sus retablos de época, sus luces de caireles que nos retrotrajeron a esa Bogotá considerada la Atenas de América. Y por supuesto... temblé ante la Puerta Falsa, que quiebra el aislamiento impuesto por las sacras paredes, para abrirse en la novela a un pasaje trágico, que determinó el quiebre de esperanzas y anhelos de dos personajes indefensos en su inocencia de la vida; inmersos en su personal mundo de amor. Indudablemente influenciada por la ya mencionada magia adoquinada de las calles citadinas de Bogotá, me impregné en La Candelaria del misterio, del terror de aquellos días, en que la paz se buscaba entre las llamas abrasadoras de los incendios y el tronar de los cañones, que alfombraban de muertos, las céntricas calles colombianas.
 
Entré de lleno en la trama de esta novela que hoy estudio, tal como antes anticipara, de la mano del autor, visitando cada lugar de los hechos en ella sucedidos. Libro en mano, almorzamos leyendo pasajes de la obra, que se entremezclaron con la paella que nos remontaba a tiempos idos, en los senderos del tiempo. Allí, mirando caer la lluvia detrás de los antiguos cristales de la vieja casona, tornada restaurante típico, nos volvimos protagonistas de los hechos sucedidos... Cruzamos comentarios, descubrimos semejanzas; y en un momento dado... supimos que en puntas de pie la Historia, se sentó a nuestra mesa.

Volviendo al libro de marras, ya desde la tapa se enmarca la tragedia contenida entre sus páginas, presentando el incendio y el horror que dieron origen a los Fantasmas del Tequendama. En la solapa del libro su autor ha escrito palabras reveladoras de misterios y tormentas personales. Para luego acotar "Esta es una obra de ficción basada en hechos verídicos". Como suele decir Joseph... sobre este tema, no más palabras.

Aunque me cabe agregar que, por la pulcritud de su estilo y la sostenida acción desarrollada en cada una de sus páginas, esta obra es digna de ser llevada a la pantalla grande, porque es un tapiz inmenso... entretejido con urdiembres que retratan una época pasada, un fragmento vivo en la memoria de la historia colombiana.

Por mi parte, confieso que a pesar de lo mucho que he leído, durante la mayoría de años de mi vida, desde el primer momento quedé atrapada por "Los Fantasmas del Tequendama". Vale decir que, en apariencia, automática y personalmente me estoy eliminando como analista objetiva de la obra de mi querido amigo. Nada más alejado de la realidad. Llevo años a mis espaldas creando Ciclos de Conferencias sobre amigos y desconocidos; tomando distancia de mis afectos, estudiando cada día algo nuevo, enriquecedor sobre todo para mí, pero que ofrezco desinteresadamente a quien lo necesite. Puedo entonces decir, con absoluta sinceridad que "Lo cortés no quita lo valiente". Va pues mi objetivo análisis literario, donde la amiga da paso a la visión profesional sobre la obra.

"Los Fantasmas del Tequendama" es una de esas obras que nos hechizan desde la primera página. El vértigo arrollador de las secuencias relatadas tiene el misterio de un realismo mágico que se apoya en los hechos sucedidos, pero nunca olvida el sortilegio de lo absurdo mezclado con la magia cotidiana. Y así, desde el comienzo... contemplamos el extraño ritual de un personaje que espera el alba, enancado en la estatua de Simón Bolívar que destaca desde el centro del poblado adormecido.

Año 1930... Matilde Cienfuegos...Personaje feroz, verdadero clon de Machiavello, endemoniada mujer que deja a su paso una estela de tragedias y dolores que envuelve y transforma la vida de los demás personajes, de quienes mueve los hilos de sus destinos, cual si fueran débiles marionetas en sus enloquecidas manos.
El resto de la novela... lo dejo al lector. Hice un esbozo preliminar de su trama, una simple presentación del inicio, donde irrumpe en escena el personaje que ha de digitar los destinos de todo aquel desprevenido que se ponga al alcance de sus infames maquinaciones. Corresponde ahora un análisis específicamente literario, para apreciar la obra en todo su valor.
 
La fluidez lingüística nos habla de una razón estructural muy bien pergeñada como factor desencadenante de un texto ágil y de entretenida lectura. El autor nos lleva de la mano por la historia colombiana a través del contenido rico en sucesos verídicos, que apoyan la trama.

Hay una continua ubicación espacio-temporal que, a la vez que impide dudas, obliga a compenetrarse con todos y cada uno de los episodios que revelan las angustias y alegrías de sus personajes. Los caracteriza claramente; logrando que el lector tome partido por unos y aborrezca a otros. Tan es así que nos descubrimos ansiando proteger a Mío con la misma desesperación que esperamos ver desaparecer, en un recodo de la selva, a la sádica Matilde Cienfuegos; personaje que lleva por corazón una obsidiana repleta de rencores y anhelos reprimidos, transformados en odios y en tortuosas, incestuosas relaciones.

Entre los personajes esta dualidad amor-odio, tan común en la vida diaria, es una constante. Esto mantiene en vilo, porque los sucesos se encastran unos a otros con una coherencia perfecta; dando además la necesaria cohesión al texto, rico en su precisión lingüística, diseñado y armado a través de la fluidez de las palabras, de las oraciones, de los párrafos.

En esto tiene suma importancia el pensamiento claro del autor. Joseph Berolo sabe lo que quiere escribir y cómo hacerlo. El resultado está a la vista. Los Fantasmas del Tequendama ya deambulan por las calles bogotanas, y no debería sorprendernos si a la vuelta de una esquina nos tropezamos con un intangible Mío, huyendo de la horda incendiaria, o vislumbramos el paso fantasmal de los amantes Giuseppe y Magda, por la Puerta Falsa.
La realidad interior del autor está intrínsecamente ensamblada con la realidad ficticia que crea con palabras. En cada libro hay mucho de quien lo ha diseñado, armado, imaginado, sufrido... y finalmente parido. Escribir un libro no es tarea fácil, hay que bucear en las más recónditas soledades del alma para resurgir desde allí portando la Luz de la Palabra. Y todo eso cuidando de no dejarse llevar por las improntas personales.

Joseph Berolo supo hacerlo muy bien. Desde el inicio hasta el final, su novela brilla con estilo propio. El ojo avezado no puede dejar de encontrar en cada página la claridad, la concisión, la sencillez, la naturalidad, la objetividad y la originalidad. Factores estos imprescindibles para que podamos definirlo como un escrito digno de ser nominado "buen estilo literario". Las acciones rápidas, que se suceden en los distintos capítulos, apenas separados por sugestivos espacios, eliminan al peor enemigo del estilo: la lentitud.
Al decir de Gonzalo Martín Vivaldi (Teoría y práctica de la Composición y del Estilo. Editorial Thomson-Parafino 33 edición, 6º reimpresión 2007):
"Claridad no es superficialidad; ni concisión, laconismo; ni sencillez y naturalidad significan vulgaridad, plebeyez, ordinariez, en una palabra"
 
Joseph Berolo ha conseguido lograr en su novela "Los Fantasmas del Tequendama" esa "difícil facilidad", suprema aspiración de todo escritor. Tal como decía Cicerón: "Hay un arte en parecer sin arte" y Joseph lo domina ampliamente.
Imposible, además, olvidarnos de Voltaire, cuando expresa: "Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento". No puedo señalar en esta novela una sola palabra mal colocada, como así tampoco una que falte, u otra que sobre.
Por supuesto, como en toda buena novela, que se precie de serlo, vamos a disfrutar de diálogos y descripciones. Los primeros cumplen la premisa establecida para su optimización: son naturales y significativos, escritos en un estilo directo que a la vez nos pinta al personaje hablante. Se reproduce en ellos lo que es sicológicamente revelador de la semblanza de cada personaje.
 
Los titubeos de la expresión, por ejemplo, sirven para delinear mejor al personaje presentado. Tal el caso del diálogo brotado de labios de Lucindo Certero, personaje secundario, de personalidad desvaída, cuando entre puntos suspensivos intenta domeñar su natural pobreza mental para relatar el ataque sufrido por Amadeo Cienfuegos, interrumpido su descanso por la horda que lo llevó a la muerte.
En la expresión salvaje de la atormentada Matilde Cienfuegos el diálogo llega a la cumbre del apasionamiento, entre frases puntualizadas con signos de puntuación tan adecuados que son hierros candentes, subrayando las explosiones verbales del malévolo personaje femenino que representa.

Y el desenlace no deseado, pero preanunciado... la locura del trágico amor entre Marga y Giuseppe, inmortalizada en susurros de amor, en clamores desesperados pre anunciantes de una determinación espantosa...en la más oscura de las noches del alma, del amante aislado.
Volvamos ahora a las abundantes descripciones que nos ubican en los escenarios naturales de pueblos y florestas, cuando no de selvas impenetrables, cobijo de almas sedientas de sangre y de venganza... tanto como en habitaciones de época, vislumbradas en las penumbras, o a la luz implacable de los días sin sosiego de sus habitantes. Allá donde van los personajes, la pluma hábil de Joseph nos pinta una acuarela descriptiva, que nos introduce de la mano, para que nos incorporemos a ese mundo tan especial donde nunca dejan de sobrevolar "Los Fantasmas del Tequendama".
Dice Hamlet: "Una descripción es UN CUADRO".
 

¡Cuántos cuadros podemos admirar en esta novela! Hay a la vista una verdadera galería pictográfica! El personalísimo punto de vista del autor es tan universal, en su abarcadora de la realidad, que en cada descripción nos sumergimos como parte integrante de todo lo que allí se plasma. Hay desde el autor una observación previa, un ensamble de sus vivencias personales y de sus propios fantasmas, tan bien logrado que cumple al pie la remisa de A. Albalat, quien asevera: "Cuando una descripción no resucita materialmente las cosas, es que no se han visto o que el artista no supo verlas".
Las sensaciones que nacen de las descripciones en esta obra son fuertes. No hay detalles acumulados, sí llamativos, enérgicos y definitivos. En una palabra, la reflexión y el plan de trabajo de Joseph Berolo formulan un orden lógico que es imprescindible en la fluidez de la lectura de su novela.
Y concluyamos este análisis literario de Los Fantasmas del Tequendama, con unas breves líneas dedicadas a esta novela desde el punto de vista de la narración, en su conjunto globalizado.
 
Esta obra es tan rica en personajes, ubicación histórica de la trama, descripciones vivenciales, paisajes reflejantes de la tensión del momento que transitan los personajes, que resulta muy difícil sustraerse a su encanto y no explayarse en todos y cada uno de los muchos capítulos a disfrutar. Pero... el respeto al lector urge al silencio. Cada quien debe sentir por sí mismo la tensión y la urgencia lectora que les dicten las páginas, desde sus palabras impresas. La concisión en mis apreciaciones literarias es un deber y una obligación, impuestos por el criterio de la lógica.

Por lo tanto, presentaré mi opinión personal sobre la obra de tan digno autor y luego cerraré, confieso con pesar, esta página de mi vida en que habité La Candelaria, acompañada por los legendarios Fantasmas del Tequendama, en la voz y la compañía de mi querido amigo Joseph Berolo.

Esta novela histórica posee los ingredientes necesario para ser plato principal en "La cocina de la escritura" ( Libro de Daniel Cassany, Editorial Anagrama, 1993). Bien dicen, además Balzac y Dostoiewsky, "maestros consumados en esta tarea de descubrir el alma humana" (G.M.Vivaldi): Balzac se mete en el personaje definiendo su intimidad con sólo cuatro trazos firmes, que en su inicio ganan la atención del lector.
Dostoiewsky, precursor de Freud, y por ende maestro en el buceo del alma humana, hace gala de insuperable maestría en la pintura de personajes que luego se vuelven, por la habilidad de su pluma "tipos universales básicos de personajes".==Completo mis mosaicos con la expresión de Ortega y Gasset: "Contra lo que al principio pudo parecer, no es tanto la creación de lo individual (...) como la creación de tipos genéricos más profundos, lo que constituye el verdadero talento del novelista".

Los personajes de la obra analizada están enmarcados en los principios básicos que les confieren calidad de personajes universales, no es necesario decir más al respecto, los personajes se destacan por sí mismos, sin necesidad de que sea yo quien lo haga. Cierro el mural, que he construido con palabras, agregando que he basado mi análisis literario en mis continuos estudios sobre el tema, en obras de reconocido prestigio y en autores de indudable valor literario universal; es así como he aplicado en mi trabajo, respetuosamente, algunos consejos de buen gusto literario, dados por Voltaire a Monsieur de Cideville en carta fechada 1733:..."Si me atreviera a darle un consejo, sería el de ser sencillo, y que urdiera Ud. su obra de modo muy natural, muy claro, para no obligar demasiado la atención del lector" (...)..."Vaya derecho al grano y no diga más de lo preciso" (...)..."Escribir para el pueblo no significa dirigirse a una determinada clase social. Significa - y así lo ha dicho Machado- escribir para el hombre."
..."El destinatario de la creación literaria, el lector, necesita que se le hable en tono humano... y a quien hay que contarle nuestro relato no es a éste ni a aquel individuo, sino a todos los hombres."
 
..."El estilo narrativo, así concebido, es uno de los secretos o claves del éxito de los grandes narradores" Joseph Berolo... gran Poeta y Escritor de valía internacional reconocida por los eruditos que disfrutan de sus obras... Amigo, tu novela histórica "Los Fantasmas del Tequendama" cumple los cánones impuestos desde siempre en el mundo literario para que se vuelva, apenas nacida y entregada al gran público, obra maestra de la Literatura Universal. Como tal, ha de trazar surcos legendarios, en la literatura de tu Patria y del mundo entero.

Caminantes
 
Abismales.
Bochica de agua y fuego,
El Tequendama.
Sensación de pasos
por la Candelaria,
sendero adoquinado
caminantes del naufragio
en otro tiempo de floreros rotos
de sangrías sin frutas y sin vino.
Y el eco
la mole de la Catedral
los mausoleos
los Primados... Carne en piedra
bajo un solio milenario.
El marco negro
de la Puerta Falsa, olor a viejo-
El encuentro
el paseo
y este horrendo hoy de ayer
envuelto en telarañas.
TÚ Y YO.
La tarde bogotana
un retrato en sepia
una copa llena.
 
Y la lluvia
y la casona...
olor a paella sevillana
tus ojos
el oído
y los silencios...
¡Mío te aturdía¡
 
Por la calle , MIO
hacia la nada.
Lo seguiste...
Me seguiste
¡La Guerra¡
¡El Caudillo¡
y esa casa.. la de arriba,
¿Te acuerdas?
La que despide cosas todavía
¡Aullidos¡
 
Allí están
¡Los Fantasmas!
 
¡Hay un fru fru de velos
que nunca fueron blancos!
una rosa que nunca fue roja,
un lecho que nunca tuvo hueco,
una calle que nunca tuvo luces
una sombra que nunca tuvo forma
 
..Y un mozuelo   que jamás volvió...
 
Lo conociste...
 
y a su mozuela
y el vientre de la fiera
y el musgo.. la madrugada,
la neblina
¡EL ABISMO¡
 
Te llevaba
me llevabas
¡Rugía el Tequendama!
¡Ardía el Alto!
¡Matilde se ensayaba!
¡MIO SE MORIA!
 
Te llevaba
me llevabas
CIENFUEGOS
nos quemaban...
 
Ya no somos dos
 
Pincel
lienzo
¡EL CUADRO!
 
Ya no somos dos.
Ya no soy
¡TU ERES!
¡POSEIDA...!
Y yo... ¡MIO!