¿Vienes a Cenar?
_ ¿Eres
feliz? Preguntó Ella. La pregunta asomó de repente al balcón de sus ojos...hizo eco en su boca...la
modularon sus labios...transformó el instante. - -Lo soy...A mi manera... -¿Qué quieres decir..."a mi manera"? -No siempre
se es feliz...hay que buscar serlo...crear la felicidad...por ejemplo...Tú...en este instante...me haces feliz, y...Tú...
¿Eres feliz?... -Lo soy...tengo a mis hijos... -Claro que si...los hijos son una gran razón para sentirse feliz... -Y Tú... ¿tienes hijos? -Si... ya son grandes... viven
en el extranjero...los extraños mucho... -Se nota que eres muy cariñoso...deberías
estar criando... -¿Yo? ¿A mi edad...? -¿Acaso cuántos años tienes? -¿Cuántos
crees que tengo? -¿..cin...cuen...ta...? ¿Quieres hacerme sentir bien... ¿eh?...Noooo...muchos más.( Nunca le dijo cuántos...) -Dime...inquirió Él... ¿Por qué tus preguntas? - Curiosidad... es que te ves triste... te vi el otro día, caminabas por el sendero de piedra que conduce
a la Ermita, ibas cabizbajo...te detuviste a contemplar los jardines, las flores...te agachaste a tocarlas...no arrancaste
ninguna...creí que ibas a hacerlo, mirabas hacia la calle, largamente...y hacia el cielo...llegaste a una banca, una
de esas al fondo del parque, bajo los pinos y te sentaste allí... quise acompañarte..
Y Ël fue a cenar.... (Suga leyendo)
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CUENTO DE CORDILLERA
Lo primero que vi fueron sus zapatillas abiertas;
los desnudos dedos en apretada fila doble de uñas pintadas de negro azabache; los cuatro brillantes de sus amarras de hebillas plateadas; los tacones
altos, gastados; sus pies maltratados
por la levedad de la prenda.
Trepaba entonces la
escalerilla de la Van de Taxi Velox que pronto partiría del terminal de buses de la Quiebra, en el Quindío,
hacia la cordillera cubierta de neblina a esa hora, a toda hora.
Solo al levantar la mirada, pude verla de cuerpo entero; se acomodaba a mi lado en el asiento de
afuera, en la primera hilera , detrás del conductor. Olía a perfume barato, invasor; llevaba una flor desgonzada entre sus largos cabellos negros,
ondulados; le caían terciados sobre el hombro izquierdo-se acomodaron desparramados sobre el brazo de la silla que
sentí mullido, tibio, resbaloso. Sus labios carnosos, seductores, naturales, humedecidos por el furtivo duende de su
inquieta lengua, enmarcaban la hilera perfecta de sus dientes, blancos, blanquísimos- le brotaba una risa estupenda,
vivaracha y de sus ojos, un fulgor malicioso, de bacante al comienzo de una fiesta de faunos sedientos.
Se instaló en su puesto, bregó con un bolso de cuero
verde, pequeño, repleto de
cosas que tintinearon entre sus manos busconas ; extrajo el pasaje, lo entregó al inspector que contaba pasajeros y
se hundió tranquila en su espacio, coquetonamente recogida.
De reojo la vi darle vuelta a un anillo de oro desteñido; acarició el contorno del
diamante sin visos que decía cosas de su dueña; reclinó bruscamente el espaldar de la silla que se
la llevó...
Nunca olvidaré su rostro prendido a la ventana del asiento, el mío que le dejé tibio para soñar...Ni su mirada que me dijo
tantas cosas con sabor de lejanía... Nunca sabré lo que quería...solo sé que iba reclinada en su lecho rodante... trepando
la cordillera de sus sueños, su cordillera de Ninfa ..Siga leyendo
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